El próximo sábado 25 de junio se llevará a cabo la Marcha del Orgullo LGBT+ en la Ciudad de México. Ésta será la edición número 44 de este evento en la capital del país. Y más allá de las lecturas simplistas que continúan haciéndose sobre este evento anual, lo cierto es que se trata de una oportunidad que tenemos ciertos grupos sociales para hacernos visibles ante una sociedad que sigue discriminándonos, excluyéndonos y despojándonos por SUS prejuicios y prescripciones morales con respecto a nuestros cuerpos, sexo, identidad de género y/o preferencias sexuales. Los días pasados nos han dejado ver que, basta un beso entre dos mujeres en una película infantil de Disney -Ligthyear, 2022- para que la homofobia y lesbofobia salgan de su escondrijo, donde permanecen latentes pero ocultas tras discursos de “tolerancia” y falsa aceptación.
Me permito recordar, a quien sea pertinente, que lo que exigimos los grupos de la diversidad sexo-genérica es su RESPETO, no su “tolerancia” o “aceptación”, que son verticales. El respeto es horizontal, nos pone en un nivel de igualdad y nos recuerda que TODES, TODAS Y TODOS tenemos los mismos DERECHOS y el mismo VALOR como seres humanos ante la sociedad en la que nos desenvolvemos, es decir, la mexicana.
Como ya habrá notado, estos textos tienen una finalidad pedagógica. Ya que la tarea social y política que concierne al respeto de la diversidad social es cada vez menos legal y cada vez más política, cultural y social. Parafraseando y reformulando algunas ideas expresadas la semana pasada por el presidente López Obrador: si se tratara de problemas que se solucionaran con modificaciones a las leyes, la discriminación y exclusión por motivos de sexo, género y preferencias sociales ya hubieran sido erradicadas, ya que la Constitución y leyes mexicanas señalan que no debe discriminarse ni excluirse a ninguna persona por estos u otros motivos. Lo que debe de cambiarse, como en otros aspectos sociopolíticos de nuestro país, son las mentalidades, las ideas e ideologías conservadoras que en otros momentos operaban sin ser cuestionadas, pero que ahora tenemos la oportunidad de superar.
La semana pasada abordé algunos elementos que nos permiten comenzar a entender lo que significa sexo, género y preferencias sexuales. La comprensión de estos tres conceptos como construcciones sociales y no como determinaciones naturales o divinas es sumamente importante para entender por qué las prescripciones sociales que tratan de definir nuestra identidad y sexualidad no pueden seguir funcionando desde las configuraciones hombre-masculino-heterosexual o mujer-femenina-heterosexual. Desde luego, esto implica un trabajo reflexivo intenso, pues desde nuestras infancias hemos interiorizado dichas configuraciones como únicas y naturales.
Sin embargo, con respecto a lo supuestamente “natural”, la ciencia ha demostrado muchas cosas. Por ejemplo, gracias a la biología, hoy sabemos que la homosexualidad existe, por distintos motivos, en muchas especies animales. Gracias a la historia, la etnología y la arqueología, sabemos que, en la especie humana, la homosexualidad ha estado presente desde hace miles de años. Gracias a la genética, hoy sabemos que la organización cromosómica no se da sólo en las dos formas tradicionalmente estudiadas (XX y XY), sino que existen muchas otras configuraciones, las cuales, desde luego, tienen implicaciones en el desarrollo corporal y hormonal y explican cuestionas concernientes a las personas transexuales y transgénero, por ejemplo. Estos son sólo algunos de los conocimientos que ha posibilitado la ciencia, pero por lo pronto sirven para hacerle entender, señor, señora, que, si su mejor argumento para justificar su discriminación hacia la diversidad sexo-genérica es de orden “natural”, éste no tiene fundamento científico.
Usted, yo y toda persona existimos desde un cuerpo que siente y se relaciona con el mundo natural y social. Al nacer y crecer, este cuerpo no necesariamente va a ajustarse a las prescripciones morales y religiosas que quieran determinar su sexo, género y preferencias sexuales, por más que la mente en ese cuerpo trate de resistirse. Si alguna vez usted ha escuchado y no ha entendido frases del tipo: “soy un hombre en el cuerpo de una mujer” o “soy una mujer en el cuerpo de un hombre”; si usted no entiende cómo una persona que ha optado por cambiar de sexo -de mujer a hombre, por ejemplo- se casa con otro hombre y, además, se embaraza; si usted no entendió por qué una persona exigía a su grupo de clases que le llamaran “elle” y no “ella”, seguramente es porque usted, en primer lugar, sigue queriendo imponer prescripciones sexo-genéricas a otros cuerpos que no son el suyo y/o, en segundo lugar, no ha entendido la diferencia entre sexo, género y preferencias sexuales. Si es el caso, lo invito a leer mi texto anterior y el de la próxima semana, donde cerraré esta reflexión que tenido que dividir en tres entregas.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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