Primero fue Xóchitl, luego Trump y al final Zedillo. Pareciera que la oposición los escogió, para liderarla ante la carencia de representantes dignos. Pero habrá que preguntarse qué tanto tuvo que ver Morena, sus funcionarios y líderes en la selección de esos efímeros y vulnerables enemigos.
Aunque haya habido otros de segunda división como Daniel Noboa, María Corina Machado, y hasta Dina Boluarte, de Perú, lo Primero ofrecían más espacios en los medios. La condición es muy sencilla; ser enemigo de Morena, la presidenta y la 4T. Con eso basta.
Al parecer los medios le hacen el juego a la oposición, aunque en el fondo quien responde el saque de pelota es la 4T. Si no le gusta el turno obliga al contrario repetir el saque. El caso más relevante fue el de la ex candidata del PRIAN, a quien, de manera pública fue inflada por el entonces Presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien no dejaba de nombrarla como la ideal para elevarse por lo aire y caer con el calor del sol, recordando que mientras mayor e la altura la caída es más peligrosa, incluso mortal.
Así, uno por uno fueron desfilando por los medios, mostrando diferencias granes o pequeñas, tibios enfrentamientos, tímidos roces con la 4T, y de inmediato los adoptaba la oposición como propios apoyaban sus argumentos y retomaban a los medios como voceros, que no disimulaban el placer de encontrar nuevos opositores, con la esperanza de que ese sí pudiera desgastar a la 4T, no sin antes ser expresada su anuencia para enfrentarlos.
La aparición de estos personajes no es muestra de debilidad de la oposición sino de la fuerza de la 4T, que se da el lujo de escoger a sus propios enemigos, porque sin ellos carecería de interlocutor para expresar sus ideas y debatir sus propuestas ante una oposición muerta desde meses antes.
Morena sabe que debe recolectar enemigos para no quedare en el soliloquio político ante zombis, que se posesionaron del cuerpo de otros para destruir sin lograrlo.
Los medios, por su parte, son los únicos competidores que no han reconocido su derrota ante la 4T, no son conscientes de que su credibilidad pasó a mejor vida.
Si algunos diarios llenaron sus páginas con ataques reales o falsos, contra los candidatos de Morena, a grado tal de intentar deshacer su trayectoria y, a pesar de esto les ganaron, algo debe preocuparles. Lo mismo sucedió con los medios electrónicos, radio y televisión, que no se dan por vencidos, aunque las quiebras económicas, producto de su falta de credibilidad, le saquen el alma del cuerpo.
Pasan de no reconocer su derrota a no darse cuenta de que están muertos. Tan fácil que sería para estos medios comparar su ingreso económico, el número de espacios pagados, la cantidad de auditorio de hace 10 años con el de ahora. Algo pasa frente a los ojos de todos que no perciben.
Para los medios la mitomanía es una enfermedad mortal, incurable y con daños irreversibles. Los medios son la escenografía no el parlamento de la obra. El autor es el más fuerte, que escoge con quien pelear, porque para una pelea, por lo menos debe haber dos.
Por eso la necesidad de adoptar enemigos, si de algo está carente la 4T es de verdaderos contrincantes, nacionales o extranjeros. El principal problema de sobrevivencia sería que se acostumbrara a no tener enemigos reales, porque cundo surjan, no lo advertirá.
Los pronósticos simplistas aseguran que los enemigo del actual régimen están dentro, cuando en realidad, poco a poco, se van depurando las filas de Morena y los posibles traidores se exhiben solos, hasta colocarlos frente a los reflectores, que, al verse descubiertos niegan sus objetivos y prefieren alinearse incondicionalmente, callar como hábito y jurar lealtad hasta la muerte como prueba de vida, en Morena hay muchos de ellos con esa notoria conducta.
Cuando la 4T no quiere a un enemigo como tal, lo ignora o negocia. Tiene la fuerza social suficiente para hacerlo con cualquier súper héroe del mundo sin necesidad de hacer escándalo. El apoyo popular le permite legitimar enemigos y hacer amigos con los de las filas contrarias.

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