En Game of Thrones, los Targaryen se presentan como una estirpe de sangre ardiente, capaz de conquistar reinos… o reducirlos a cenizas. En House of the Dragon, esa misma dinastía demuestra que su verdadero legado no es la gloria, sino la destrucción. Algo parecido podría estar a punto de ocurrir en la Ciudad de México, si se confirma lo que muchos ya dan por hecho: que Adrián Rubalcava, apodado “el Dragón” en Cuajimalpa, tomará las riendas del Metro capitalino.
Y como buen Targaryen tropical, Rubalcava no llega a gobernar: llega a incendiar. Porque el Metro, ya de por sí en crisis, podría convertirse en el próximo reino arrasado por ambiciones personales, pactos oscuros y una historia plagada de escándalos.
Apenas vamos saliendo del tema de los pinchazos, cuando se filtró una supuesta carta de renuncia que confirma lo que desde hace meses se rumora en los pasillos del poder: que el actual director del Metro, Guillermo Calderón, dejará el cargo para dar paso al exalcalde de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava.
La posible llegada de un personaje como Rubalcava no solo despierta sospechas, sino que prende las alarmas. Más aún considerando los persistentes señalamientos sobre la opacidad en la administración de este sistema de transporte.
Adrián Rubalcava, “el Dragón”, como se le conoce en Cuajimalpa, logró llegar a esa alcaldía con el respaldo del PRI. Sin embargo, al no ser elegido como candidato a la Jefatura de Gobierno y tras la designación de Santiago Taboada, abandonó al tricolor y se sumó a Morena.
En lo que muchos ven como un escándalo político disfrazado de favor, se estima que la jefa de Gobierno, Clara Brugada, lo designará como nuevo director del Metro este 5 de mayo. Y eso, con justa razón, preocupa a la ciudadanía.
Rubalcava no llega con las manos limpias. En 2023 fue acusado de enviar a grupos a agredir a simpatizantes de Taboada, según denuncias de miembros del PRI. Aunque el hecho no ha sido confirmado oficialmente, el contexto político lo vuelve verosímil.
Uno de los episodios más graves durante su gestión como alcalde fue la presunta irregularidad en adquisiciones públicas. En 2019, contrató a la empresa “Energétika Sustentable y Ecológica S.A. de C.V.” por más de 6.8 millones de pesos para adquirir equipos de seguridad. La Auditoría Superior de la Ciudad de México advirtió que esta empresa ya había incumplido contratos previos y, pese a ello, recibió el pago completo sin entregar lo acordado.
Con proyectos millonarios en puerta para el mejoramiento del Metro, resulta preocupante que quien dirija esta institución esté involucrado en ese tipo de antecedentes.
Pero no es todo. Entre 2021 y 2023, Rubalcava omitió información en sus declaraciones patrimoniales, como su participación en la empresa Katamon Industrial y Comercial. También existen inconsistencias en la compra de un inmueble, tanto en el valor como en la fecha de adquisición. Según la Ley de Responsabilidades Administrativas de la Ciudad de México, estas omisiones podrían constituir faltas graves.
En otro escándalo, personal de limpia de Cuajimalpa lo acusó de haber tolerado, o permitido, una red de cobros ilegales por la recolección de basura. Se estima que se recaudaron más de 500 mil pesos bajo este esquema.
Con estos antecedentes, resulta difícil comprender por qué alguien como Rubalcava estaría en consideración para dirigir uno de los sistemas de transporte más estratégicos del país. Y sin embargo, todo indica que así será.
Porque en esta ciudad, los escándalos no inhabilitan: se premian. El Metro, que debería estar conducido por manos técnicas, parece que pasará a manos de ambiciones políticas. Y eso nos obliga a preguntarnos: ¿de verdad estamos condenados a movernos entre la opacidad y la impunidad?

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