Estábamos ahí. Las y los compañeros fueron llegando, y pronto comenzó la rueda de prensa. Los estudiantes no somos homogéneos, somos plurales. Estábamos ahí, bajo aquel sol que hacia arder el piso que las suelas de nuestros tenis y zapatos resentían. Somos estudiantes, somos estudiantes exigiendo a las autoridades académicas. De pronto, seguíamos ahí, pero enfrentados, en discordia.
Quienes atendimos al llamado de los acuerdos de la interuniversitaria sobre realizar aquel posicionamiento ante medios de comunicación; nos reunimos afuera de la entrada principal de Biblioteca Central, la cual queda en dirección a rectoría. Las proclamas fueron largas y tendidas: “no al autoritarismo de la UNAM”, “No a la violencia”, “no a la criminalización de la protesta y de los estudiantes”, “si a la libertad de expresión y participación”, “alimentación y derogación”.
El pasado 31 de marzo el Consejo Universitario de la UNAM aprobó diversas modificaciones a la Legislación Universitaria. Entre una de ellas un cambio estructural al inquisidor Tribunal Universitario creado desde 1945. Además, también, en materia de Disciplina universitaria, hubo una reforma al artículo 15 del Reglamento del Tribunal Universitario que introduce la expulsión provisional inmediata a estudiantes o integrantes de la comunidad universitaria presuntamente involucrados en actos de “vandalismo”. Estas modificaciones arbitrarias incendiaron la preocupación de la comunidad estudiantil, que conocedora de su institución, es consciente de que la UNAM o la casta dorada de la UNAM, ha reprimido a estudiantes y profesores a lo largo de su historia. Dicho artículo, nunca estuvo vigente y de acuerdo con información oficial, será eliminado por la CLU.
La inestabilidad generada a raíz de los mencionados cambios evidencia la nula transparencia de la UNAM y la creciente demanda de su democratización. Tal escenario no tardó en amalgamarse con otra demanda legítima de la comunidad estudiantil: los comedores subsidiados.
Siguiendo con la rueda de prensa, estaba apunto de acabar, cuando en una especie de mimetismo porril, el bloque negro fue tras un grupo de estudiantes simpatizantes de la Cuarta Transformación. Agrediendo no solo verbalmente a los estudiantes, sino que físicamente a un adulto mayor. No fue una confrontación, fue una provocación por parte del bloque negro. No desgastaré a los lectores llevándolos por todos los detalles, ahí están los videos que hablan por si solos. Empero, brotó de entre las redes sociales, una narrativa alarmante, que es en realidad un ambiente que se viene cocinando entre la comunidad estudiantil, especialmente en la FCPyS: por algunas facciones, fue justificada la violencia que cometió el bloque negro y se ha sacado de contexto a los alumnos que congeniamos ideológicamente con la 4T.
Es decir, en medio de la lucha contra la tiranía de la UNAM, estudiantes encapuchados violentaron a estudiantes, que objetivo tendría sino ¿desmovilizar? Ese bloque negro actuó con violencia y odio bajo un falso argumento: “ad hominem”. La comunidad se ha mostrado en contra de llamarlos “porros”, y claro que se entiende la diferencia entre el bloque negro y los porros; sin embargo, tal actuación deja un aire de preocupación y, sobre todo, es un tema del que se tiene que hablar entre el estudiantado. No se pueden permitir acciones que repriman y limiten la libertad de expresión y manifestación simplemente por la afinidad política de les estudiantes.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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