Frente a los terribles, de todo lo terrible que hay en la tierra, “dichos y hechos” de Donald Trump, que para la siempre sesgada visión de un historiador sesgado como Krauze, es de una gravedad comparable con la Intervención Estadounidense en México, que sucedió entre 1846 y 1848, que —en pocas palabras— se tradujo en la entrega por parte del gobierno mexicano de lo que hoy es Arizona, California, Nevada, Texas, Utah, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Es decir, para Krauze, que no tiene miedo de exagerar, los dichos y hechos sobre México de Trump en los primeros días de su segundo mandato —concretamente, la imposición de aranceles que no se ha concretado— son equiparables a la perdida de poco más de 2,100,000 km² de tierra, el 55% del territorio mexicano. El sueño regio hecho realidad, habiendo estado tan cerca en 1848 de ser un estado más de los Estados Unidos de América, 177 año después, Krauze anuncia el pronto punto final de esa tremenda espera que los ha obligado a seguir siendo mexicanos.
Frente a ello, el ideólogo no ideologizado de la infodémica infocracia que empujan los conservas, propone el restablecimiento de esa ejemplar política interior que los cuatreros de la cuatroté y sus huestes electorales han destruido al destruir la división de poderes, esa división de poderes que el México post revolucionario mantuvo en la forma y que en el fondo siempre supo mantener sin división alguna. Una división de poderes donde el legislativo garantizaba la supervivencia del statu quo, el poder judicial dependía al 100% del poder ejecutivo y el poder ejecutivo ejecutaba los mandatos de quienes —sin elección de por medio— definían desde sus bancos y empresas el futuro de sus inversiones y, de paso, pero sin reparar en ello, el de los ciudadanos mexicanos. División de poderes que al ser destruida por las hordas de salvajes que se volcaron en las urnas “socavado, desvirtuado y corrompido la democracia”, democráticamente, e imponiendo la voluntad de las mayorías a los intereses de unos cuantos que modestamente viven de controlar el mercado a través del control político de esa clase gobernante que otrora estaba plenamente entregada a la entrega del país al mejor postor.
Restablecer la magistral política interior con la que México marcaba la hoja de ruta de la democracia liberal al mundo entero, permitiría, afirma afirmativamente el historiador propagandista Krauze, recuperar las libertades que hoy por hoy, la clase aspiracionista ha perdido en su imaginario, la libertad de tránsito que al haberse perdido tiene paralizado al país, con sus carreteras vacías y sus calles despobladas; las libertades de pensamiento, asociación, prensa y critica, que dejan a los mexicanos incapaces de criticar, a un gobierno monstruoso y autoritario, de la forma en la que Krauze critica al monstruoso y autoritario gobierno mexicano sin que exista censura de por medio; y la libertad de trabajo que al haberse perdido ha regresado la esclavitud a territorio nacional, donde la ciudadanía entera vive bajo el “arbitrio del régimen arrogante y autocrático”, que los obliga a ejercer su libertad para poder acabar con ella.
Pero Krauze no se queda ahí, Krauze sabe que cuando hay un cambio interior ese cambio se refleja de forma exterior. Debemos mejorar la política exterior, que se ha tornado “desastrosa, hemos peleado con casi toda América Latina”, y por casi toda debe entenderse que hay algunos países —cuatro para ser exactos— cuyos gobiernos tienen problemas con el actual gobierno mexicano. Cuatro países, nadie debería dudar esto, que conforman casi toda América Latina: Ecuador, Perú, Argentina y Bolivia. Porque, en las peñanietistas matemáticas de Krauze, que al ser historiador no es matemático, cuatro países de veinte son casi toda América Latina. Esto por no mencionar el enemistarnos “absurdamente con España”, insistiendo insistentemente en que siglos después del saqueo, su gobierno y corona reconozcan todo lo que le deben a esta tierra y a su gente y se disculpen por los abusos cometidos en contra de la población de esta tierra que todavía llamamos México.
A México le urge rescatar ese estado de derecho que se postraba al servicio de los poderes económicos y garantizaba que ningún gobernante atentara, ni por error, en contra de sus intereses. La unión que permita el nacimiento de la consolidada Republica Infocrática Mexicana se hará a partir de reformar la reforma judicial para devolverle al poder ejecutivo, ese gran administrador neoliberal, la potestad de nombrar a los jueces que habrán de velar por los interesados intereses del capital, amparo en mano. El régimen cuatrero —dice Krauze en su breve, pero poco contundente articulo— está obligado a garantizar la unidad de la nación, entendiendo por unidad la exclusión de las mayorías de la participación política, y por nación a un puñado de privilegiados y sus remorar aspiracionistas.
Entrados en gastos
Ignorar los cantos de las sirenas krauzianas, que nos prometen un futuro desastroso si seguimos por el camino de querer decidir nuestro propio destino, sólo nos llevará a hundirnos más y más en el fango. Muestra de ello es la terrible tormenta económica —acompañada de inestabilidad social— que está a punto de caer sobre nosotros luego de que el gobierno ecuatoriano de Daniel Noboa declarara que impondrá aranceles del 27% para las importaciones de México. Ecuador, ese gigante de la economía latinoamericana que representa menor del 1% de las exportaciones mexicanas, le ha dado la espalda a nuestro pueblo, todo gracias a la necedad de nuestro pueblo y sus gobernantes, la necedad de lo que hoy resulta necio.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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