La pandemia trajo consigo cambios en todo el mundo y nunca pensé que con ese virus conocería lo que es una amistad para la eternidad. Aquella mujer traga años, revolucionaria y soñadora, que encontró en la política una forma de vida a la cual amar, llegó para regalarnos sabiduría.
Ella era madre, hija, tía, hermana, pareja, amiga y política, su amor a la vida la llevó a hacerse madre de sus sobrinas porque esa misma vida que ella amaba, le había arrebatado a su hermana. Con ello, indudablemente su vida se transformó, pero jamás se arrepintió de ello.
El encierro de la pandemia se interrumpía con las reuniones dominicales, eran la oportunidad de socializar con el mundo exterior y seguir haciendo política en ese tiempo en donde no veíamos la luz ni esperanza de recuperar nuestras vidas. Y a pesar de las condiciones tan difíciles que enfrentamos en las primeras olas, ella siempre se atrevió, contagió esperanza, ella demostró que el trabajo en equipo es el único que nos lleva lejos.
Ella forma parte de esa camada de jóvenes que hicieron historia y le regalaron sus mejores años a la construcción de un mundo mejor, de aquellos jóvenes de izquierda que jamás vendieron su dignidad, siempre leales a sus principios. Ella siempre será parte de quienes se cansaron de ser sólo la mano de obra de los mismos de siempre, de los que a pesar de no haber nacido en cuna de oro, se arman la cooperacha para llevar esa esperanza de trasformación de casa en casa. Ella era indudablemente de los chidos, de los que no se cansan de soñar.
¿Su sueño? lograr que la vida de los suyos cambiara. Los suyos: aquellos viejitos de la casa de adobe de su comunidad, los enfermos que tienen que viajar en búsqueda de un doctor y medicamentos, de los campesinos de sus alrededores y de aquellos compañeros de izquierda con los que visitaba las comunidades en ese carrito viejo que había escuchado infinidad de historias de campaña, de ilusión y desilusión, de traición y de alegría.
Algunas personas han dicho que cometió un error grave al cuestionar el actuar de políticos de su entorno, al no guardar silencio para caer bien a quien repartía las candidaturas y los espacios de poder. Pero su determinación y su incansable lealtad a sus causas demuestran que jamás hubiera concedido razón a tal “error”.
Quizá el único “error” cometido, fue vivir en una comunidad rural en donde la pandemia nos arrebató hasta el último suspiro, en donde las élites se han empeñado en que los sueños sean precisamente eso, sólo sueños.
A tu memoria, querida amiga, vives en nuestros corazones.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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