Un problema es una situación o condición que genera incertidumbre, dificultad o conflicto. Generalmente, se presenta cuando hay una discrepancia de diversa índole, desde cuestiones cotidianas hasta desafíos complejos. Ante esto, se deben buscar soluciones adecuadas para las partes en disputa, siempre privilegiando el análisis, la reflexión y la acción.
Dicho esto, entramos ahora sí en el tema: el narcotráfico, un conflicto que ha dejado miles de muertes directas e indirectas. Ya sea a causa de la violencia o debido a los problemas de salud pública que ha provocado a nivel mundial, este es un conflicto que requiere ser atendido desde su origen. No basta con apagar fuegos; es necesario comprender y erradicar las causas profundas.
En el caso de México, no podemos olvidar que este problema ha desencadenado una violencia imparable, una degradación de la sociedad y de sus instituciones, sobre todo desde la llegada de Felipe Calderón a la presidencia de la República. Sometido a las políticas represoras y expansionistas de Estados Unidos, Calderón emprendió un ataque desmedido contra el pueblo mexicano, utilizando a las fuerzas armadas para sus propios intereses políticos y económicos. Esta estrategia, centrada en la militarización y el combate frontal, fracasó en gran medida al no abordar las causas estructurales del narcotráfico.
Por su parte, con la llegada de la Cuarta Transformación (4T) al gobierno, el discurso bélico cambió por una estrategia de ataque más directa, estratégica e inteligente contra los criminales. Sin embargo, el deterioro de las instituciones del Estado impidió que esta estrategia tuviera el éxito esperado. El Poder Judicial permitió que muchos de estos criminales vivieran en la impunidad, a pesar del esfuerzo del Estado mexicano por pacificar el país. Aun así, la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador, centrada en atender las causas del problema, ha logrado reducir significativamente la violencia que azotaba al país desde 2006.
En los últimos días, el gobierno de Estados Unidos, junto con el presidente electo Donald Trump, el embajador norteamericano Ken Salazar y algunos senadores republicanos, se han empeñado en atacar la estrategia de AMLO y la Presidenta, Claudia Sheinbaum, en su lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, resulta claro que el problema es más complejo de lo que algunos están dispuestos a reconocer.
Es muy fácil y cómodo lavarse las manos, pero la realidad es que el narcotráfico es un tema que en gran parte le compete a Estados Unidos. Este conflicto es algo que podría resolverse más fácilmente si el país vecino tomara decisiones clave dentro de su territorio. No hablo únicamente del control de armas, que sin duda acabaría con gran parte del problema, ni del control de las adicciones, que también sería un paso importante. Los verdaderos líderes y capos de la droga viven, radican y nacen en Estados Unidos. El dinero que los carteles mexicanos ganan es gracias al que los estadounidenses les pagan, y curiosamente, no hay un solo nombre de un capo norteamericano que haya sido capturado.
En Estados Unidos se encuentra la logística de producción y distribución de la droga, allí se plantean las estrategias de defensa de los carteles, y en ese país viven los verdaderos líderes de la industria del narcotráfico. México, Centroamérica y Colombia producen y trafican, pero la matriz del cartel se encuentra al norte del continente. La cuestión no es solo una lucha contra el crimen organizado en suelo mexicano, sino contra un sistema que alimenta esa misma estructura en su territorio.
Esto se puede comparar con el caso del petróleo. A pesar de que Venezuela cuenta con más reservas petroleras, el control sobre la comercialización, el poder y el dinero no están en el país sudamericano. Están en las grandes empresas de Estados Unidos, que dictan las reglas del mercado global. De igual manera, el narcotráfico en América Latina, aunque se produce y trafica mayormente en países como México, encuentra su verdadero centro de poder, mercado y distribución en Estados Unidos.
La lucha contra el narcotráfico es, por tanto, una responsabilidad compartida, pero con un claro foco de acción en el país que demanda, financia y consume la mayor parte de las drogas. Si Estados Unidos no asume su rol como principal actor en este conflicto, es difícil que la violencia y la devastación que enfrenta México se detengan. La solución pasa, en última instancia, por reconocer que el problema no es solo de quien lo sufre directamente, sino de quienes lo alimentan y lo permiten desde su propio territorio.
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