El presidente Andrés Manuel López Obrador prepara su tercer viaje oficial fuera del país durante su gestión, esta vez a países de Centroamérica y el Caribe. Desde la víspera de este acontecimiento que augura tintes históricos, no faltan las voces que desde la reacción mexicana vuelven a exhibir su pensamiento retrógrado de matriz eurocéntrica, que consideran de “menor altura” o “fuera del mundo” a los países de Triángulo del Norte en Centro América, y siguen delirando con el apoyo del gobierno mexicano a la supuesta “dictadura comunista” en Cuba.
Sus esquemas de pensamiento subordinado -a lo que ellos suponen que son los intereses del gobierno de los Estados Unidos-, no alcanzan para reconocer la obligación de un estado soberano como lo es México, de mantener por sí mismo sólidas y cordiales relaciones con los estados vecinos, más aún cuando se comparten problemáticas comunes como lo son la migración, la respuesta a desastres naturales, la inseguridad regional, la desigualdad económica y el tráfico de personas.
Ya sería mucho pedir a su furibunda animadversión al presidente, que reconozcan que las giras internacionales, han dejado de ser en esta administración, pretexto para pasear a burócratas, amigos, familiares y periodistas afines con cargo al erario público. Menos que reconozcan que la actual política exterior se guía por principios soberanos que van más allá de filias o fobias ideológicas. Los jefes de Estado que recibirán a AMLO en esta gira, lejos están de ser homogéneos en sus orientaciones políticas o coincidir en sus proyectos de sociedad; sin embargo, las visitas oficiales, son para estrechar los vínculos históricos entre pueblos hermanos y llegar a nuevos acuerdos en los intereses comunes regionales.
Esta visión de Estado podemos rastrearla en diferentes momentos de nuestra historia como República, por eso, no es un gesto menor que esta gira comience justo en la conmemoración de la Batalla del 5 de mayo, uno de los hitos de nuestra historia nacional, con mayores repercusiones afuera de las fronteras de México, por ser la victoria del ejército mexicano ante el intervencionismo que engrandeció a sus participantes y a la figura que la inspiró: el presidente Benito Juárez.
Sabemos acerca del genuino reconocimiento de la figura de Benito Juárez en los Estados Unidos y los países de toda América Latina; el primer presidente indígena de todo el continente tiene monumentos, calles llevan su nombre y ha recibido homenajes en casi todos los rincones de la Patria más grande. Su frase dicha cuando se restauró la República en México en el año 1867: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, es precisamente una premisa entre pueblos hermanos del continente.
Tal vez, sí sea poco lo que se conoce entre los mismos mexicanos, sobre la relación política que estableció Juárez con el gobierno republicano de Abraham Lincoln en medio de la Guerra de Secesión, la cruenta guerra civil norteamericana que coincide con la Intervención Francesa en nuestro territorio; y menos sean conocidos, los vínculos epistolares que estableció con diferentes presidentes de todo el continente, que compartían las mismas convicciones liberales, y veían en la reforma mexicana que llegó a separar la Iglesia del Estado, como un modelo político para aplicar en sus propios países. Por ejemplo, en medio del exilio y la zozobra que la familia Juárez enfrentó durante la intervención, el presidente recibe en 1865, el reconocimiento del Congreso de Colombia y de su presidente, como digno de haber “merecido el bien de la América”, por su incansable lucha por mantener la independencia de México.
Su título más famoso, el de Benemérito de las Américas le fue conferido en la víspera de la derrota definitiva del Imperio en mayo de 1867, por el Congreso de República Dominicana, en voz del diputado Delfín Madrigal: “… que el presidente Juárez por este hecho se hacía acreedor a los vítores de toda la América, pues destruyendo para siempre la preponderancia de Europa en este hemisferio, mataba cuantas esperanzas de dominio pudiera ésta abrigar en lo sucesivo.” Será siguiendo estos pasos, no renegando de ellos, es que México vuelve a tener estatura frente al mundo, algo que, en términos de otro libertador, el cubano José Martí, nuestros actuales “aldeanos vanidosos” de la derecha mexicana, están lejos de incorporar a su pensamiento entreguista.
La Batalla del 5 de mayo de 1862, encabezada por el joven general Ignacio Zaragoza y auspiciada desde la resistencia juarista a la intervención francesa, fueron una gran lección del derecho de los pueblos de América a decidir libremente su destino, ejercer su independencia y defender su soberanía; este legado, y el pensamiento y obra de Benito Juárez significan la luz en función de la que el presidente mexicano visitará pueblos hermanos, que en su propia historia han tenido pasajes definitorios para su emancipación, liberación y descolonización.
Si bien, Andrés Manuel López Obrador se reunirá con los presidentes de Guatemala, Alejandro Giammatei; de El Salvador, Nayib Bukele; de Honduras, Xiomara Castro y de Cuba, Miguel Díaz-Canel, así como con el primer ministro de Belice, Juan Antonio Briceño, lo esencial será llevar de parte del pueblo organizado de México un respetuoso mensaje de cooperación regional, buena vecindad, amistad y fraternidad a las mujeres y hombres libres de éstos países que han atravesado también la difícil senda de las desigualdades, y que desde el corazón de sus sociedades vuelven a mirar en México un camino del todo nuevo, de esperanza y ejemplo en la búsqueda del bienestar común y no de la subordinación de las mayorías a las viejas elites locales o extranjeras.
Mención especial y fuente de nuevas señales para el porvenir, será la presencia de López Obrador en la isla de Cuba, pues como él definió ante el presidente cubano Miguel Díaz- Canel durante su visita a México en el gran discurso del 16 de septiembre de 2021 en el marco del desfile militar conmemorativo de la Independencia de México:
“Ya he dicho y repito: podemos estar de acuerdo o no con la Revolución cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento es una indiscutible hazaña histórica. En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad.”
Por ello, los voceros de un sector de las élites mexicanas, y la descompuesta oposición conservadora y reaccionaria, vuelven a recurrir a sus recetas de odio y campañas pagadas en redes sociales, para intentar desvirtuar el papel de liderazgo regional que vuelve desde el 1° de diciembre de 2018 a ocupar México en el ejercicio de su soberanía, y la ruta que inspira la transformación que encabeza López Obrador en México precisamente como faro para los desprotegidos y los más pobres de América Latina.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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