La violencia en Chiapas que ha arreciado en los últimos años parece haber escalado a un punto inimaginable que exige una respuesta tan inmediata como contundente por parte del actual gobierno. No es solo el grave asesinato del Padre y defensor de derechos humanos Marcelo Pérez, sino todo el clima que prevalece en la región por ser punto clave en la ruta migratoria, el trasiego de personas y drogas, la marginación, etc. Hoy hace falta poner un alto desde el gobierno y hacer frente a la delincuencia con acciones integrales que permitan transitar hacia una realidad donde impere la seguridad. Tiene razón la doctora Sheinbaum al manifestar que no debe caerse en el terreno de la especulación, pero al mismo tiempo, está la obligación por parte del gobierno de realizar las investigaciones sin que se deje espacio a la duda para identificar exactamente dónde están las causas (las verdaderas causas), qué actores están involucrados y qué intereses realmente se mueven en el Estado del sureste.
Y es que atender el clima de violencia en Chiapas es un imperativo por los alcances que esta ha tenido en todos los sectores; uno de ellos ha sido por ejemplo el sector campesino; bases militantes de organizaciones campesinas históricas han quedado a merced de la delincuencia y sin posibilidad de salir de las comunidades. Anteriormente líderes campesinos iban y venían de municipio en municipio y ahora ni siquiera es seguro caminar por las calles de San Cristóbal de las Casas, ya de Comitán, Tenejapa, Bochil, Pijijiapan, ya ni hablamos. De dos años hacia acá, no ha existido posibilidad alguna de visitar a las bases y los proyectos de carácter productivo que se obtuvieron a partir de la lucha organizada de cientos de compañeros quedaron en el abandono.
Pero ¿Por qué Chiapas? ¿Por qué el paraíso se convirtió en infierno? Como mencionábamos al principio: hay que observar las causas, pero esas mismas causas tienen sus propias causas, algo así como “la causa de la causa” que obedece a todo un contexto político y social que no pertenece en sí a este tiempo, viene de muchos años atrás, (incluso mucho más atrás que la irrupción del EZLN) con la prevalescencia de dos aspectos clave: política y dinero. Dinero para hacer política, política para hacer dinero y entre ambos, nada mejor que la violencia para completar la ecuación. Chiapas, con la pobreza, sobre explotación de recursos naturales, con el corporativismo y uso clientelar de programas sociales, terminó siendo el espacio geográfico perfecto para que la delincuencia, con miles de manos, pero sin cabeza, se estableciera en todo el Estado.
Anhelo (como muchos) la paz y confío en que este gobierno puede lograrlo, para el caso chiapaneco, del que siempre he señalado como el ombligo del mundo, me parece que la respuesta está en regresar al principio paso a paso, no mediante programas emergentes y plagados de buenas intenciones, sino irse a todas las comunidades con una política integral de paz a crear eso precisamente, comunidades que recuperen su territorio, que se recurra incluso a su ancestralidad por más utópico o cursi que pueda sonar. De lo contrario, seguiremos lamentando nuevos decesos sin que el tejido social pueda reconstruirse jamás. Menuda tarea tiene el gobierno que entrará y ojalá esté a la altura, ya el tiempo lo dirá.
Una postdata obligada: Murió el ídolo de Etchohuaquila, el gran Toro Valenzuela que marcó a toda una generación e inspiró a muchos de los amantes del rey de los deportes. No resta más que agradecerle a Don Fernando.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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