Las autoridades de la Máxima Casa de Estudios se jactan de la “autonomía” de esta institución que en el articulo 3ro fracción VII, encuentra su respaldo constitucional para mantenerse separada de la administración pública centralizada. La autonomía es gobernarse a si misma. Pero ¿Qué autonomía se tiene cuando una junta de 15 académicos decide por una comunidad de más de 400 mil personas? En efecto, la UNAM se quedó con una ley orgánica del siglo pasado y debemos repensar como es que se ha estado utilizando el término “autonomía”.
La cuestión se vuelve fundamental más aún, en el marco de la administración entrante, y con ello la integración de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti), pues ¿de qué forma se le quiere dar mayor impulso a la educación superior del país, si la “Universidad de la Nación” se encuentra en un profundo atraso? Ante tal escenario, las deficiencias saltan cada vez más a la vista, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, mejor conocida como “Polakas”, cuya matrícula es de poco más de 12,000 estudiantes, se encuentra en el proceso de sucesión. Entre las demandas más frecuentes del alumnado resaltan: actualización de los planes de estudio, renovación de la infraestructura, rechazo a los grupos porriles y a la desmovilización estudiantil, y la exigencia un proceso en que la comunidad universitaria participe por voto en la elección de la o el director de la facultad, es decir, la democratización de la UNAM.
En este sentido, la administración es altamente cuestionada, siguiendo con el ejemplo anterior, el pasado mes de septiembre, el comité estudiantil de la FCPyS realizó una consulta estudiantil sobre la situación de la facultad, aunque aún no se publican los resultados de dicho ejercicio, el comité informó a través de sus redes que la mayoría de comunidad estudiantil manifestó su desaprobación hacia la administración de la actual Directora, Carola García Calderón. De forma que, las problemáticas de la UNAM convergen en un modelo despótico, sin apertura a la comunidad, y de participación limitada. Esto ha cerrado el camino a una fuerte y orgánica organización estudiantil. A su vez, que da margen a una gran opacidad en la trasparencia del ejercicio del poder.
La burocracia dorada de la UNAM se sostiene en una autonomía marchita al modelo del Poder Judicial. No es la autonomía misma, sino los tintes que ha tomado. Pues dicha “independencia” se usa como sinónimo de no reformar, no cambiar la estructura y ha sido la mayor arma para defender intereses ajenos al propio mundo académico. ¿Qué sucede con los casos de corrupción? ¿Qué hay de los lujos y excesos de aquella burocracia? ¿cuántos rectores han sido investigados y qué se ha hecho al respecto?
La Máxima Casa de Estudios tiene mucha tela de la cual cortar, pero no se mal entienda, la autonomía de la UNAM ha hecho posible que esta haya sido un faro en la historia de nuestro país; sin embargo, ya no solo basta con la ley orgánica de 1945, se requiere un cambio, que no se logra quitándole la autonomía, sino repensando la autonomía que queremos. Una praxis que nos lleve a una reforma que se adapte a los tiempos que vive México.
¡Viva la educación pública y gratuita!
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios