Es impresionante la llegada de cientos de miles de personas al zócalo de la capital para el grito de independencia. Desde hace algunos días previos ya se había convocado en medios y el presidente AMLO había anunciado en la mañanera que sería un día especial. A esa invitación llegaron propios y extraños, vinieron personas y familias enteras de todos los estados de la república, muchos hermanos migrantes de los Estados Unidos y de otras partes del mundo y también extranjeros que ven en el grito de independencia un evento lleno de alegría, de fiesta, de múltiples colores y sabores, lleno de cultura y tradición, muy a la mexicana, ¡muy chingona! Todos esperábamos el grito porque sabíamos que en ese momento se encontrarían dos sentimientos provocados por AMLO, por un lado, nuestro orgullo de ser mexicanos y, por otro lado, la añoranza de saber que faltan muy pocos días para su partida, para la despedida de un gran presidente, el mejor presidente de México.
Todos llegaron a la cita convocada por el presidente, unos tomaron vuelos agendados meses antes, otros llegaron en carro o caminando, en metro o en autobús, en fin, por todos los medios posibles, pero llegaron a la cita, no podían perder la oportunidad de estar en el último grito del presidente. Algunos se hospedaron cerca de la plancha del zócalo, otros llegaron a casa de familiares, otros iban sólo al grito y regresaban el mismo día, en fin, eran tantos los testimonios de las personas que se escuchaban que realmente provocaban un sentimiento que te contagiaba de una verdadera gratitud y de un amor genuino del pueblo por su presidente, algo nunca antes visto en la historia, por lo menos no en mi generación, no en las últimas décadas. Recuerdo que la última vez que fui al zócalo en el día del grito fue para gritarle ¡asesino! a Felipe Calderón, y de Peña Nieto ni siquiera consideré que valiera la pena gastar mis cinco pesos (un boleto del metro) para ir a mentarle su pinche madre.
Ese era el sentimiento del pueblo de México, de alta estima para nuestro presidente, de respeto y admiración, de gratitud, entre otras cosas por habernos regresado la dignidad y el orgullo de ser mexicanos. En ese día era común ver adultos mayores que sacaban fuerzas de todos lados para estar en primera fila, que les exigían a sus familiares que los llevaran para despedirse de nuestro presidente porque, lo expresaban, ven en AMLO a un salvador, una persona que los rescató de la marginación y del olvido. Por ejemplo, llegué a escuchar a un adulto mayor que consideraba a AMLO como a un “Tata”, como a un padre, porque según él, un padre es aquel que da todo sin pedir nada a cambio y para este adulto mayor “TataAMLO” era como su padre, el que le da su gasto para su comida y para sus medicamentos, de repente ese adulto mayor se quitó el sombrero y se le llenaron sus ojos de lágrimas. Me hizo recordar a mi abuelita “Domi” cuando le besaba su mano al saludarla, con ese amor y ese respeto ven a AMLO. Mi padre y “Domi” gozaron de la pensión al adulto mayor y por eso siempre estaré profundamente agradecido con mi presidente. Es difícil expresar todo el valor, toda la dignidad y la confianza que se le devuelve a un adulto mayor cuando goza de estos programas sociales nunca antes vistos.
AMLO está en ese altar, en ese pedestal donde lo ha colocado el pueblo de México y del que no se irá jamás. A muchas personas les preguntaban qué harían si lo tuvieran cerca y me sorprendía que una señora dijo: “…yo por mi presidente haría todo, si yo viera que hay un charco y él va a pasar, yo me pongo de tapete ahí para que él pase…” Al escucharlo se me hizo un nudo en la garganta, porque se vuelve a romper el mito de pensar que el pueblo es tonto, cuando no lo es, el pueblo es sabio y no sólo piensa y decide, sino que también siente y ama y lo expresa, a su manera, de forma espontánea, incluso infantil, que raya en la ternura y que ennoblece a cualquier corazón. Por un momento pensé que AMLO era padre de muchos de los que estábamos ahí, de estudiantes a los que les dio su beca, de personas con discapacidad, madres solteras o adultos mayores que les dio un apoyo, como el apoyo que cualquier padre tendría para con sus hijos e hijas, siempre estuvo ahí, nunca los abandonó.
El festejo se vio como una gran celebración familiar, había niños y ancianos, jóvenes y adultos, de distintas regiones, con distintos oficios o profesiones, muy diversas, pero había un hilo conductor que nos hermanaba y convertía ese momento y ese lugar en un espacio acogedor y fraterno, así como es la naturaleza del mexicano. Había hombres vestidos de charro, mujeres vestidas de Adelita o de trajes típicos de sus estados. Iban personas caracterizadas de AMLO o de Miguel Hidalgo, muchos con su “amlito” bajo el brazo o con algún distintivo de AMLO, playeras, llaveros, banderas, cobijas, gabanes, sombreros, matracas, banderillas, mantas, carteles, pañuelos, pancartas o simples cartulinas en donde expresaban palabras de gratitud hacia nuestro presidente y a su gran gobierno. Muchos de los asistentes confesaban haberle compuesto poemas, pintado cuadros y murales o compuesto canciones y hasta corridos a nuestro señor presidente, algunos los llegaron a recitar y cantar y muchos de ellos se les quebraba la voz antes de que terminaran, la verdad es que les ganaba el sentimiento y las lágrimas.
La plaza del zócalo estaba llena de medios tradicionales que tenían como línea editorial proyectar las fiestas patrias y eclipsar esa explosión de sentimientos por AMLO, a los entrevistados les pedían hablar del momento, pero sin que se mencionara nada sobre AMLO, de lo contrario era censurado, ya saben, como siempre, algo característico de estos medios chayoteros: la simulación. A pesar de ello, la gente se daba cuenta de los montajes y los ignoraban y mejor daban entrevistas a medios alternativos, a los benditos yutuberos. Me da mucho gusto ver que ya no domina Televisa ni TV azteca la escena pública, ya no dictan la manera de festejar, ya no redactan lo que para ellos debe de ser nuestra cultura, ni la manera de comportarse en sociedad, ya son tristemente un simple lastre, grupos empresariales repudiados por la sociedad mexicana que fue por mucho tiempo manipulada, insultada y maltratada por estos mismos mercenarios de la comunicación.
Algunos entre el tumulto recordaban pasajes legendarios como cuando AMLO defendió a México en la Casa Blanca en Estados Unidos, recordaban también sus discursos en el zócalo o la valentía que siempre presentó frente al constante acoso del exterior y de los poderes mediáticos y económicos internacionales. AMLO siempre resalto el orgullo de ser mexicanos y siempre sostuvo una postura de protección a su pueblo, siempre lo defendió frente a las ofensas de senadores de Estados Unidos o de congresistas de España, o de los supuestos “intelectuales” o “líderes de opinión” multipremiados, que constantemente escribían en los principales periódicos y revistas internacionales. El amor a su pueblo y la correspondencia de su pueblo que tanto lo ama, esa estrecha relación, llenaba de seguridad a AMLO en donde quiera que se presentara, siempre encontraba un respaldo en el pueblo porque él siempre, desde sus orígenes, le profesó un profundo amor a su gente, a su pueblo. Al día de hoy sobraría quien diera la vida por AMLO y sin duda esa acción se vería como un acto patriótico.
AMLO logró separar el poder económico del poder político, lucho arduamente contra la peste de la corrupción que se había apoderado de todo el sector público, que había manchado ya instituciones respetables de nuestra nación y que estaba enquistado en el gobierno de México. AMLO logró con su ejemplo hacer un manejo transparente y eficiente de los recursos, invirtió como nunca antes ningún gobernante en programas sociales, infraestructura y bienestar. AMLO siempre ha considerado al pueblo de México como su amo, y él visto así mismo como el guardián de los dineros del pueblo. Tras su partida, AMLO deja consigo esa mentalidad de que el funcionario público está para servir al pueblo y no para servirse de éste. Para AMLO el pueblo lo es todo, es su escudo protector y su batería, es el que lo llena de energía y de motivación para seguir adelante, el que lo inspira y llena de alegría, es el pueblo y en específico los pobres quienes lo han salvado de tantas triquiñuelas políticas que le han orquestado desde la mafia del poder económico y político de México y de otras partes del mundo.
Me llena de orgullo saber que fue mi gente de Iztapalapa quien lo apoyo frente al desafuero, me llena de orgullo saber que fue mi pueblo de Iztapalapa el que marcó la diferencia y le dio los votos suficientes (cerca del 3%) para que gobernara la Ciudad de México, me llena también de alta satisfacción saber que Iztapalapa siempre ha sido un bastión y referente político para que él le hiciera frente a los que se creían dueños de México. Tal vez por ese apoyo sincero a su movimiento siempre fuimos rezagados y olvidados, siempre fuimos los pobres y marginados de la zona oriente, pero eso ya se acabó, Iztapalapa está resurgiendo del atraso y le ha llegado su momento de esplendor, de desarrollo y de bienestar. El mismo presidente ha reconocido la importancia del pueblo de Iztapalapa en su larga trayectoria política y ha valorado todo su apoyo y esto también se ha visto reflejado en el impulso de una gran fuerza política para llevar a la futura jefa de gobierno Clara Brugada y a la Dra. Claudia Scheinbaum al poder en la presidencia de la república, Iztapalapa rifa y eso es de reconocerse.
AMLO es pueblo, viene de abajo y se siente cómodo con los pobres y desfavorecidos, él se ha autodenominado naco, haciendo referencia a un presidente humilde, de perfil bajo, pero con el alma y la dignidad de un gigante. Es un referente intelectual y político progresista y de izquierda, historiador, social-demócrata, conocedor de las ciencias sociales, un estratega y un estadista, es como se suele llamar, un hombre de nación, que es más que un hombre de estado. Líder indiscutible, un político de altos vuelos que es respetado por todas las naciones del mundo, incorruptible y honesto, a la altura de nuestro país ¡México lindo y querido! Es hasta hoy que llega un gobernante que da gusto saludar y despedir, que da gusto acompañarlo en marchas, reuniones y mítines, que la gente lo busca, que compran sus libros y lo leen, gente que incluso pasa noche enteras en vela para esperarlo a su pasar. AMLO es el presidente del pueblo, que trabaja con el pueblo y para el pueblo.
AMLO ha marcado en sus discursos que el pueblo es el soberano, que con el pueblo todo y sin el pueblo nada. Le ha dado un lugar especial a su gente, a su cultura, a sus héroes, heroínas y personajes patrióticos, ha resaltado también la importancia de la historia como parte fundamental y uno de los pilares del humanismo mexicano. AMLO le apuesta a la memoria histórica para no olvidar que México es heredero de grandes culturas y civilizaciones y lanza la hipótesis de que el pueblo de México y su gente son honestos y trabajadores y que sus valores y principios vienen de lejos, del México profundo de cientos de años antes de que llegaran los españoles. No es casualidad que en el autorretrato que mandara hacer la presidencia de la república, AMLO escogiera tener como fondo al pueblo de México en la plaza del zócalo, esa plaza que tantas veces y como nunca nadie llenó, a esa plaza al que acudían a su llamado cientos y miles de personas por ese poder de convocatoria que lo caracteriza.
Nunca dejaré de recordar la fortaleza y la genialidad de su gabinete, de hombres y mujeres que parecen gigantes, tal como se reconocía al gabinete de Juárez. Hombres y mujeres honestos y de una sola pieza, con una fortaleza moral y ética indiscutibles, firmes y leales a su presidente. También gobernadores y legisladores, hombres y mujeres que a estas alturas de la despedida de AMLO los he visto romperse, resquebrajarse en llanto, hablar de su presidente con lágrimas en los ojos, con la voz entrecortada y con un nudo en la garganta, tal es el caso del gobernador de Baja California Sur (Víctor Manuel Castro Cosío) o la gobernadora de Baja California Norte (Marina del Pilar) o el gobernador de Sonora (Alfonso Durazo Montaño), o la Secretaria de Cultura (Alejandra Frausto Guerrero) o la diputada Erika Vanessa del Castillo Ibarra, y así, muchos más, momentos muy emotivos que a más de uno le rompen el corazón en mil pedazos.
Ahora, a unos días de su despedida, no falta el medio que pregunta por las calles ¿qué le dirías a tu presidente como despedida?, y es muy común ver cómo la gente se desmorona, se le cristalizan los ojos, se le seca la boca, aprietan el puño, se agarran el pecho, voltean la cara, se quitan la gorra o el sombrero, se acomodan el pelo, o se quitan los lentes y se aprietan los ojos para disimular el dolor tan profundo que les deja la partida del mejor presidente que ha tenido México. Jóvenes y ancianos, propios y extranjeros, de todas las latitudes, todos coinciden en una cosa, AMLO va a dejar una huella profunda en nuestros corazones.
A AMLO se le va a recordar por muchas razones, por todo lo que dio, pero también por todo lo que defendió a su pueblo frente al extranjero. Presidente de una sola pieza y valiente, AMLO ha repetido en numerosas ocasiones que a México se le respeta. Los incidentes diplomáticos (¡de pena ajena!) con Argentina, España y Ecuador, y el acoso constante de Estados Unidos se dan porque todavía no les entra en la cabeza de que México ya cambio, su pueblo ya cambio de mentalidad, cambio su gobierno y también cambio su régimen de corrupción, ya no tiene gobernantes paleros, mediocres y sin vergüenzas como en el pasado. Ahora a México lo gobiernan hombres y mujeres honestas, políticos con principios morales y con ideales de justicia, reales demócratas. Hoy México cuenta con un pueblo altamente politizado, que se informa y que tiene el fundamento y los medios para replicar y para combatir la infodemia que sale desde las entrañas del poder mediático.
Hay que subrayar que en México manda el pueblo, ya no manda la oligarquía. Faltan muchas cosas por hacer, sí, pero los 36 millones de mexicanos y mexicanas que votamos por la Dra. Claudia Sheinbaum confiamos en que seguirá el sendero y los pasos de AMLO, su guía y su ejemplo con mayor fuerza y con mayor profundidad, que sobre su legado edificará el segundo piso de la cuarta transformación con todos y con todas. AMLO nos encargó mucho a la nueva presidenta y sé muy bien que tendrá el respaldo del pueblo de México, la confianza y el respeto de todas y de todos, la defenderemos como defenderíamos a nuestra propia patria de cualquier injuria e intervencionismo extranjero. Que no se les olvide y que les quede claro a nuestros adversarios y detractores que la nación mexicana es una gran nación con una gran cultura milenaria y que hoy tenemos a una gran presidenta que nos representa con alta dignidad.
En su discurso en el VII Consejo Nacional de Morena, la Dra. Claudia Sheinbaum dijo algo que le tiene que quedar claro a todos y a todas: “…no creemos en el consumismo, ni en el poder del dinero, ni en la avaricia y no, no nos arrodillamos nunca frente al poder del dinero ni frente a ningún poder extranjero, creemos en un pueblo de libertades, en un México de libertades, de justicia, un México soberano de democracia verdadera donde el que mande sea siempre el pueblo de México…”. Son estas las palabras de nuestra futura presidenta, la que pronto se convertirá en la mejor presidenta del mundo.
Que se oiga lejos y que se oiga fuerte que ¡A México se le respeta!
¡Viva nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador!
¡Viva la mejor presidenta del mundo Claudia Sheinbaum Pardo!
Y ¡Viva México cabrones!
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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