A la luz de la historia de México, para citar a Ernesto Zedillo Ponce de León, gran salvador de los mexicanos, padre de la democracia y creador de la justicia, aquel que estuvo al frente del gobierno de nuestro país cuando sucedió la matanza de Acteal y la masacre de Aguas Blancas, quien desde el poder ejecutivo se encargó de hundir en la pobreza a cuarenta millones de personas (cuarenta millones adicionales a los que ya estaban hundidos en la pobreza), aquel que al estilo de Luis XVI salía sin “cash” en los bolsillos, el que aniquilo el sistema de pensiones al mismo tiempo que reestructuró la deuda de Televisa, privatizo el sistema ferroviario mexicano y rescato a la banca activando el Fobaproa, decidió suspender, para fortuna de propios y extraños, esa regla que se había impuesto a sí mismo de autocensura para iluminar al pueblo mexicano y rescatarlo de sus propias garras ꟷlas garras del pueblo, no las de Don Ernesto que seguramente se lima las uñas con una pulcritud envidiable.
En este sentido, y con ningún otro interés de por medio, ahondó en las reformas que realizó durante su gobierno; la electoral y la del Poder Judicial. La primera de ellas, permitió sentar las bases para que pudiéramos vivir en democracia, concediendo a la autoridad electoral, los “recursos presupuestarios suficientes para cumplir con los más altos estándares en recursos humanos, equipo y todas las demás capacidades necesarias”.
Reformas que hoy en día se desprecian y cuyos beneficios el cuatrero gobierno cuatrotero busca destruir en ese afán devastador que la caracteriza y en esa ignorancia infinita que no le permite reconocer la virtud que implica, para nuestra democracia, contar con bolsas mensuales de cientos de miles de pesos para que los consejeros del órgano electoral contraten asesores, tener un fondo de 143 mil pesos al año para comer fuera de las instalaciones del Instituto Electoral, disfrutar de de consultas psicológicas en caso de contraer COVID-19, un seguro médico privado y otro de separación individualizada, con un costo de 270 millones de pesos anuales, bonos de productividad para el personal del Servicio Profesional Electoral que implicaron 13 millones 184 mil pesos. Por no mencionar la democrática bendición de contar con 542 millones 338 mil 742 pesos en dos fideicomisos que escapan a todo tipo de control.
Pero no se confundan. No. En su sabia sabiduría, Zedillo no cae en la trampa de enaltecer una democracia que transforme las condiciones de vida de la gente. No. El expresidente ilustrado entiende que la democracia debe ser una hermosa simulación que no vaya más allá de la alternancia del partido en el poder. Una democracia que sin dejar de ser demos y sin dejar de ser kratos, esté al servicio de la privilegiada clase privilegiada, una democracia que esté gobierno monstruos de que encabeza Andrés Manuel quiere eliminar como entidad independiente, imparcial y profesional con capacidad y autoridad suficientes para organizar elecciones verdaderamente libres, justas y que sepan ignorar la voluntad que el electorado manifieste en las urnas.
Por otro lado, en su erudita erudición, Zedillo habló también sobre la amenazante amenaza que la amenaza de la Reforma Judicial de la cuatrote representa para el bienestar de nuestra nación. La reforma cuatrera pone contra las cuerdas todo aquello que se logró con la histórica reforma zedillista al Poder Judicial; la facultad de declarar inconstitucionales las leyes y las acciones del gobierno, para garantizar que nada cambie, el establecimiento de altos estándares profesionales para la elección de los miembros del sistema judicial, estándares que sólo los familiares de los miembros del sistema judicial podrían cumplir, estándares tan estrictos que han obligado al 85.4% de los magistrados y el 67% de los jueces a tener familiares en el Poder Judicial.
Una reforma, la zedillista, que creó el Consejo de la Judicatura, el mismo que se encarga de administrar concienzudamente el presupuesto judicial y al hacerlo garantizar la separación de poderes y la independencia del mismo. Independencia y separación de poderes enfocada en la administración de cientos de millones de pesos para pagar comidas de jueces y magistrados en restaurantes, permitiéndoles facturar hasta 18 mil 488 pesos mensuales por gastos de alimentación, administrar becas hasta por 50 mil pesos por juez o magistrado para que se mantengan actualizados, administrar el seguro de gastos médicos mayores, por no mencionar los 8 mil a 10 mil pesos mensuales como apoyo a vehículos, y 3 mil a 5 mil 600 pesos mensuales para vales de gasolina. Todo ello fundamental de toda fundamentabilidad para la impartición de justicia.
Impartición de justicia que se quiere aniquilar imponiendo plazos fijos a los jueces para decidir acerca de casos penales y de fraude y evasión fiscal, ¡plazos fijos para hacer su trabajo! ¡El horror! Impartición de justicia que se tomó a la ligera y se aprobó de forma exprés, no como sucedió con la reforma de Zedillo que cerro durante un mes a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, jubilando a sus 26 miembros, para poder firmar, sin problemas, la iniciativa y promulgar la reforma a los 20 artículos constitucionales aprobada por diputados, senadores y congresos locales y con votación unánime por parte de los reflexivos, críticos y cuestionadores congresistas del PRIAN.
Entrados en gastos
El riesgo que enfrentamos es el riesgo de perder nuestra independencia, nuestra libertad, nuestra soberanía, al ejercer nuestra independencia, nuestra libertad y nuestra soberanía. Transformando democráticamente nuestra democracia en tiranía. Atentando en contra de los privilegios que la privilegiada clase privilegiada consiguió mantener a pesar de los ideales populares que la lucha de Independencia, Reforma y Revolución persiguieron. Es por ello que, no faltarán jueces heroicos que antepondrán sus propios interese y concederán suspensiones definitivas a la reforma cuatrotera, buscando echar atrás ese intento de privilegiar el orden público y el interés social, por encima del interés particular de quienes tienen interese mucho más interesantes que el de sobrevivir al día de mañana.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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