Este fin de semana se llevó a cabo el congreso nacional de Morena, donde se designó la nueva dirigencia, una acción que sigue enseñando a todo el país por qué representan al más del 85% de la población. Mientras la oposición intenta mantener privilegios, en el partido oficialista da cátedra de civilidad.
La semana pasada, el mismo día en que se aprobaba la reforma al Poder Judicial, las autoridades electorales informaron que lo que hizo Alejandro Moreno en el PRI para perpetuarse al frente del partido fue totalmente ilegal, solicitando al priista que dejara la dirigencia. Por otro lado, en el PAN, una cúpula importante de militantes ha amagado con irse del partido blanquiazul si Marko Cortés no deja su puesto al frente del partido. Ya han pasado un par de meses desde el desastroso 2 de junio, y la oposición, principalmente el PAN, no ha recibido más que derrota tras derrota.
La nula capacidad de reflexión, autocrítica y resiliencia por parte de los partidos de oposición solo permite que Morena siga ganando terreno y se confirme el principal discurso del movimiento, “la oposición solo quiere sus privilegios”.
Este domingo, Morena organizó su congreso nacional, donde designó a Luisa María Alcalde como la nueva presidenta del partido y a Carolina Rangel Graciada como la nueva secretaria general. A pesar de los intentos de distintos medios de comunicación por provocar un conflicto interno y asegurar que habían tres corrientes distintas, en total paz y armonía, las y los militantes eligieron sin problemas a sus dirigentes.
Luisa María Alcalde, quien aún es la secretaria de Gobernación del país, es una joven que no rebasa los 37 años de edad, hija de Arturo Alcalde y Bertha Luján, dos líderes de izquierda y defensores de los derechos de los trabajadores. La nueva dirigente nacional de Morena ha sido diputada, secretaria del Trabajo y de Gobernación, además de ser una de las fundadoras del partido y del movimiento de jóvenes con Morena. Sin duda, no había mejor perfil que ella para liderar el partido en su etapa más complicada desde su fundación. A pesar de ser el partido con mayor cantidad de gobernadores, alcaldes, diputados, senadores y la Presidencia de la República, esta será una etapa histórica en la que Morena se consolidará o se perderá, pues su principal referente, Andrés Manuel López Obrador, ha asegurado que desaparecerá de la política una vez terminado su mandato.
Sin el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, Morena tendrá que aprender a defenderse solo. Es importante recordar que gran parte del electorado le otorgó el poder actual en el Poder Legislativo y en la Presidencia como un regalo de despedida a AMLO. Ahora, sin él, la dirigencia del partido deberá trabajar arduamente para recuperar la confianza de las y los ciudadanos. La responsabilidad recae en sus nuevos líderes para demostrar que el proyecto de transformación puede perdurar más allá de la figura de su fundador.
En este contexto, la capacidad de la nueva dirigencia para conectar con las preocupaciones de la ciudadanía será fundamental. Luisa María Alcalde tendrá que enfrentar no solo los retos internos del partido, sino también las expectativas externas de un electorado que busca respuestas efectivas a problemas como la seguridad, la economía y la justicia social. La consolidación de Morena dependerá de su habilidad para navegar estos desafíos con inteligencia y compromiso.
Además, es crucial que Morena mantenga la unidad interna para evitar divisiones que puedan debilitar su liderazgo. La historia reciente nos ha mostrado que la fragmentación puede llevar a la pérdida de poder. Si logran establecer un diálogo constante y transparente con sus bases, podrán enfrentar cualquier adversidad que surja en el camino. La cohesión será su mejor aliada en este nuevo capítulo.
El futuro de Morena está en juego, y su éxito dependerá de cómo se adapten a un entorno político cambiante. Con una nueva dirigencia al mando, tendrán la oportunidad de reafirmar su compromiso con la ciudadanía y demostrar que, más allá de su líder carismático, el partido tiene una misión clara y viable. Será un reto, pero también una oportunidad para mostrar que la transformación es un proceso colectivo y que, con unidad y determinación, siguen siendo la fuerza política más relevante en el país.
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