Durante la huelga de 1999 en la UNAM, me resultaba totalmente incomprensible la actitud de algunos profesores universitarios, no así la de compañeros estudiantes que se oponían a la huelga, total, al fin y al cabo, como quiera que sea, eran compañeros con un punto de vista diferente al que respetuosamente le proferíamos un sonoro ¡estás re pendejo! Pero si se trataba de un profesor emanado de nuestra casa de estudios y que por la edad probablemente habían sido herederos de los procesos de huelga anteriores como el 68 del CNH o el 87 del CEU en contra del “Plan Carpizo” pues me parecía insultante, un absurdo que molestaba ya que sentía, como hasta hoy, la influencia de las palabras del Ingeniero Heberto Castillo:
“Mientras más tiene la gente que dar, más hay que exigirle, porque la gente preparada, inteligente, es la que más obligación tiene. Yo le exijo de manera muy distinta a una persona de alto nivel intelectual y posibilidades de sobrevivencia, que a un obrero o a un campesino. Es más perdonable que un hombre sin recursos falle –porque puede justificarse– a que falle el que lo tiene todo.”
Así que, tomando como base estas sabias palabras del inge, cuando personajes como Ignacio Burgoa Orihuela de la facultad de derecha, perdón, de Derecho, presentó las denuncias contra el CGH por la toma de las instalaciones, no encontraba mejor manera de describirlo si no se acompañaba de un insulto pues siendo un ilustre jurista, más rectitud y congruencia habría de exigirle.
Las demandas de esos procesos a los que hago alusión, siempre fueron justas y sin duda marcaron un antes y un después, no sólo en lo que sería el futuro de la universidad, sino incluso para la democracia en sí, pero ahora pareciera estar de cabeza, todo un tiempo de híbridos. ¿Cómo comprender que ahora salgan a manifestarse los estudiantes en contra de una reforma que precisamente trata en el espíritu de erradicar la podredumbre de un poder que sólo ha beneficiado a unos cuantos? Primero comenzaríamos por reconocer el derecho (quizá siendo universitarios) hasta la rebelde obligación de manifestarse; pero la cuestión es más allá, pues con un sondeo rápido entre los manifestantes, pareciera indicar que desconocen en su totalidad lo que es y representa la reforma. Es decir, los estudiantes que salen y se manifiestan en contra de la reforma, sólo atinan a replicar la verborrea de la derecha pero carecen de argumentos sólidos para indicar qué la haría perfectible o de detallar a fondo exactamente contra qué es la resistencia. Cosa por demás lamentable cuando, al menos en 1999 que me tocó vivir, las discusiones en las asambleas del CGH giraban en torno a lo que era el derecho a la universidad pública gratuita para todas y todos; se discutía el fondo del plan Barnés, las motivaciones y los alcances, pero se discutía, se analizaba, más no se replicaba sin ton ni son.
Entonces hoy el problema no es que se manifiesten como ya se dijo, el problema es que el debate no se centra en lo sustancial de la reforma y termina reflejando el proceso de descomposición y la derechización que se afianza en la máxima casa de estudios, especialmente en la facultad de derecho. Por eso resulta lamentable, incluso contradictorio, que jóvenes que hoy se forman para ser abogados, expresen su rechazo a una reforma que en el fondo no es más que un acto de justicia para todos los que no han podido acceder a ella por carecer de recursos y vaya que se trata de casos que se cuentan por miles.
La facultad de Derecho pasó a ser la facultad de derecha desde hace varios años y los responsables ahí están encarnados en figuras docentes (con excepciones) que por cierto, también se han beneficiado de la burocratización en la UNAM. Son los que gozan y prefieren el privilegio de las vacas sagradas por encima de la cátedra. Los que para nada les interesa la práctica docente en sí como una de las más nobles labores de la humanidad, sino mantenerse en un status quo que sugiere galardones y uno que otro beneficio económico. Quizá sea hora de también limpiar a la UNAM y no para limitar el derecho a manifestarse, sino para que, quienes lo hagan, exponga las ideas y no la narrativa falsa que caracteriza la manifestación reciente. Qué se expongan las opiniones desde la pluralidad, sólo así triunfará la verdad en la universidad.
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