Hoy sabemos que aquellos cientos de indígenas que en 1991-92 caminaron desde la Chontalpa tabasqueña junto con Andrés Manuel López Obrador para exigir justicia y democracia en su estado, jamás imaginaron que aquellos pasos cansinos y curtidos por el asfalto y la terracería de los caminos recorridos, marcarían años más tarde: la bella época del renacimiento de México. Fue la larga marcha de los mil kilómetros un hito fundacional del obradorismo. Dormían en petates y sarapes, al lado de un cuadro de la Virgen de Guadalupe y soñaban una Patria para el humillado.
El origen humilde y popular del más grande dirigente del México reciente ha significado una fuente inagotable de legitimidad por la congruencia de establecer desde el punto de partida de este proyecto transformador: el amor al prójimo, el amor a la comunidad, y el amor al Pueblo como las premisas y praxis del pensamiento obradodorista. Una nueva cultura política para terminar con el egoísta individualismo de la ideología neoliberal.
Así como nadie imaginamos que aquel punto de partida derribaría mitos y derrumbaría esquemas ungidos tras décadas de falacias del régimen gatopardista del PRIAN, como el hecho de que era imposible el llevar a un hombre del pueblo profundo, un Morelos, un Felipe Ángeles, un Heberto del siglo XXI a la silla del palacio nacional -cuando más enraizada estaba la podredumbre de la oligarquía-; mucho menos alguien imaginó que lo lograríamos juntos y que además llegaríamos a un punto y aparte, exitoso y brillante, a una costa, a un puerto de luces, a la otra orilla de la esperanza, en un ciclo histórico que en esta etapa desafiante y deslumbrante acaba el 30 de septiembre, pero renace para dar paso al esplendor que simboliza el hecho incontrovertible que ahora una mujer emanada de la voluntad popular estará en esa silla de presidencial, donde nunca en la historia de México se había sentado mujer alguna.
Vayan estás líneas para aquel señor que vendía videos Beta y VHS del Canal 6 de Julio afuera de Monterrey 50 reseñando el “Éxodo por la democracia de 1991”; también para aquel señor que siempre compartía el periódico que salía de vez en cuando llamado “Corre la Voz…” y que alumbraba de palabras entintadas las marchas de los años 90’s, o el recién finado Mario Renato Menéndez, director de “Por Esto” y de un gran grupo de periodistas independientes que llevaron los ecos de la resistencia de boca en boca; para preservar la lucha democrática del bloqueo mediático, en aquellas jornadas en que la izquierda casi nos conocíamos todos los que íbamos a marchar como una familia.
Lo que si estoy seguro es que aquellos que caminaron más de mil kilómetros con AMLO en aquellos actos fundacionales como el éxodo de 1991 o la gran marcha silenciosa contra el desafuero de 2005 no lo hicieron empujados por un interés personal o alguna vulgar ganancia individual, sino por el más grande y radical afán colectivo: para todos todo, nada para nosotros.
Cuando era jefe de Gobierno del DF, los miopes productores de Televisa lo llamaban Manuel López, luego empezaron con que “el señor López”, irónicamente el cineasta Luis Mandoki título así su documental, luego siguieron con “el mesías tropical”, “el dictador de Macuspana”, “tirano” y otros lamentables calificativos desde su errada lógica de intentar desvirtuarlo del cariño del pueblo; pero hoy con un 80 por ciento de aprobación del pueblo de México y aplastados en las urnas, los brillantes intelectuales orgánicos que cilindraban al PRIAN, le tienen que llamar con todas sus letras: Andrés Manuel López Obrador, el mejor presidente constitucional del México reciente.
El 11 de enero de 1992 en el Zócalo de la capital, Andrés Manuel López Obrador ante la solidaridad del pueblo con el gran Éxodo expresó: “Hemos sido los depositarios de la generosidad de los vecinos que se han manifestado, en el pleno sentido de la palabra, como nuestros hermanos. Creemos saber con exactitud el sentido y el contenido de esta ayuda. Quienes contribuyen se sienten de algún modo representados, no tanto por un partido sino por algo que trasciende las banderas: la causa más general, más amplia, más profunda de la democracia”.
El 1° de septiembre de 2024, 32 años después de aquel discurso, el Zócalo se vuelve a cimbrar de esperanza, se respira democracia y reina la libertad de expresión, se respeta la voluntad popular, y México ha dicho: por el bien de todos, primero los pobres. Gracias a aquellos que caminando descalzos soñaron la utopía.
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