Se ha discutido mucho en los últimos días, sobre el injerencismo del embajador de EUA sobre un tema tan importante como la reforma al poder judicial en nuestro país, que forma parte del llamado “Plan C” de Morena, por el que más de 36 millones de personas votaron. No es algo fuera de lo común que el gobierno de los norteamericano se involucre, directa o indirectamente, sobre los asuntos internos de cualquier nación, siempre que lo considere vital, no para esa nación, sino para ellos mismos, si es que puede sacar algún tipo de provecho.
Como bien se sabe, el cambio que se pretende hacer dentro del poder judicial, implicaría acabar con el influyentismo en casos en los que magnates y empresarios, propios o ajenos, vean afectados sus intereses, pero también en situaciones como el nepotismo que se vive actualmente en donde juzgadores sirven de virreyes para dar cargos a familiares, amigos o conocidos. A estos casos también se suma el hecho de que, desde este poder, se otorguen concesiones para que poderes políticos, en concreto de la oposición, puedan salvar el pellejo de alguna falta, generalmente cometida a propósito, para beneficiarse de ello sin apenas recibir castigo alguno.
De manera sorprendente, tanto el gobierno estadunidense, como los partidos conservadores y otros actores políticos, incluidos comunicadores, sobre todo de oposición, aun piensan que vivimos en las décadas de los 70’s y 80’s en donde a la gente se le podía engañar más fácilmente, en donde se escribía la realidad, de acuerdo con los designios de un mandamás. Los cambios al poder antes mencionado, se lograban de manera inmediata y sin remilgos, con las dos cámaras y los congresos locales de los estados, pintados al color de su partido.
Ahora resulta que los gobiernos priistas en donde, se sabe, existió represión y se actuó de manera dictatorial, fueron más benevolentes que en el actual gobierno donde se hace respetar la voluntad de la mayoría en las elecciones.
Los intelectuales y comentaristas de la oposición, de alguna manera creen que controlan a voluntad como hacían en el pasado, la manera de pensar del pueblo al que por cierto, rechazan y aborrecen como hacen los propios partidos de derecha. Son cuentacuentos venidos a menos, que piensan que sus doctorados en el extranjero y tergiversar en papel con palabras rebuscadas, los hechos que les son opuestos, les dan las credenciales para mentir sin que se les cuestione, aquello que ensalzan con mentiras. Es precisamente eso, que se les cuestione si lo que expresan es cierto o no, lo que no toleran, porque se acostumbraron a tener la razón en cada programa de debate y entrevista, porque se les encargaba un script desde la ahora oposición acá o del extranjero y sus palabras eran ley.
Hoy que dejaron de controlar la información, tanto ellos como personajes tan encumbrados como el propio embajador de los Estados Unidos, son incapaces de convencer al monstruo que significa el pueblo;, por eso ni sus pretextos para la guerra, ni sus campañas mediáticas para acusar una dictadura en México, campañas que se prevé continuarán, también, durante este sexenio, ni sus esfuerzos por desestabilizar a un gobierno junto con su país al hacer uso del injerencismo, dan ni darán más resultados.
¿Qué se puede esperar de un país y sus presidentes, como el vecino del norte, que solo sirven a los intereses económicos y ni siquiera a todos sus ciudadanos, en un esfuerzo por preservar el capital por encima del interés social? ¿Qué se puede esperar de una oposición mexicana vendepatrias que está dispuesta a regalar los bienes de la nación a cambio de su ansiada remuneración a expensas de sus connacionales? Son, a todas luces, dos engranes de una misma maquinaria oxidada, destinados al fracaso.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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