Jamás alguien habría pensado que un presidente mexicano podría romper o poner en pausa las relaciones diplomáticas con la embajada de Estados Unidos, principalmente por la relación que los mandatarios mexicanos siempre han mantenido con el vecino del norte, y más aún, con el conocimiento de la historia de intervención norteamericana.
Hace 201 años, específicamente en 1823, las guerras independentistas de América Latina estaban transcurriendo satisfactoriamente. Para aquel año, México, Chile, Venezuela, Perú, Argentina, Ecuador, Bolivia, Haití, Panamá, Colombia, entre otros, ya habían alcanzado su independencia del reino español. Por esta razón, John Q. Adams, secretario de Estado de James Monroe, presentó un plan al presidente estadounidense que consistía en que cualquier intervención europea en el continente americano sería vista como una agresión contra Estados Unidos, lo cual justificaría su intervención en el conflicto.
Esta doctrina se sintetizó en una sola frase: “América para los Americanos”. Este fue el inicio del control de Estados Unidos sobre los países del continente americano.
Dicho esto, en Estados Unidos se han fraguado golpes de estado, políticas internas de distintos países e incluso se han formado presidentes.
Si bien la Revolución Mexicana es uno de los periodos históricos más importantes de nuestro país, no debemos olvidar que tuvo intervención norteamericana, principalmente por el descontento con el presidente Díaz, quien había cedido el negocio ferrocarrilero y petrolero a los ingleses, y no a los norteamericanos. Además, el golpe de estado contra el presidente Francisco I. Madero fue originado en la embajada estadounidense.
A nivel internacional, Estados Unidos ha estado detrás de la pobreza de miles de americanos. Un ejemplo de ello es Cuba, que ha sufrido un bloqueo político y económico impulsado por el vecino del norte, y más recientemente, Venezuela.
En México, además de su intervención en la Revolución Mexicana, Estados Unidos también participó en la expulsión del gobierno francés, con la condición de que se firmara el Tratado McLane-Ocampo, el cual establecía que México cedería a Estados Unidos, de manera perpetua, el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec. Sin embargo, este tratado jamás fue ratificado por el gobierno norteamericano.
Asimismo, se sabe que cuatro exmandatarios mexicanos fueron agentes de la CIA, la agencia de inteligencia norteamericana, y durante su mandato plasmaron sus políticas en beneficio de Estados Unidos. Estos expresidentes fueron Adolfo López Mateos, José López Portillo, y los asesinos Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz.
El pasado fin de semana, la embajada estadounidense en México promovió una serie de críticas contra la reforma judicial que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha impulsado para democratizar el país y el poder judicial, que con sus resoluciones ha estado al servicio de una oligarquía económica.
Dichas críticas son un claro ejemplo del intervencionismo norteamericano en la política interna mexicana; sin embargo, por primera vez en la historia, un presidente mexicano exigió a Estados Unidos respeto a nuestra soberanía. Por esta razón, Andrés Manuel López Obrador aseguró que había una pausa en las relaciones con el embajador estadounidense.
La historia nos ha enseñado que la intervención extranjera en asuntos internos suele tener consecuencias profundas y duraderas. México, como muchas otras naciones de América Latina, ha sido testigo de cómo el poder y la influencia de Estados Unidos han moldeado su destino. Sin embargo, la decisión de López Obrador de exigir respeto a nuestra soberanía podría ser el inicio de una nueva era en la que México, finalmente, tome las riendas de su propio futuro sin ceder a presiones externas.
En este contexto, la reciente decisión del titular del Ejecutivo de pausar las relaciones con el embajador estadounidense representa un punto de inflexión en la historia diplomática entre ambos países y marcará su sexenio como el mandatario que le dio valor a México por lo que es, sin doblegarse a ninguna potencia extranjera, siempre viendo el bien del pueblo. Si bien es cierto que Estados Unidos ha ejercido una influencia considerable en México y en gran parte del continente americano, la firmeza mostrada por el presidente mexicano podría marcar un cambio en la dinámica de poder, reivindicando la soberanía nacional frente a los intereses externos.
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