El movimiento zapatista que cimbró México a partir del levantamiento indígena en Chiapas aquel 1° de enero de 1994 fue un movimiento nacional, legitimo, histórico y que, entre otras, tuvo la enorme contribución de poner la cuestión indígena en el centro del debate público, durante el cambio de milenio en nuestro país.
Sin duda, permanecen vigentes las expresiones orgánicas que ejercen su participación política desde la selva chiapaneca, y desde las diferentes dimensiones de militancia, simpatía y adhesión a su causa que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional logró despertar en México y el mundo. Todas ellas validas y pertinentes.
No es objeto de este breve texto analizar o poner en tela de juicio la histórica lucha de los zapatistas y su innegable valor para las luchas del pueblo de México por su liberación, porque si bien el EZLN ha tenido ciclos complejos desde su origen se fundamenta en el legítimo disenso con los grupos del poder; en su caso hay y habrá numerosa historiografía crítica para abundar en este proyecto político y social.
En este breve apunte queremos separar el movimiento zapatista -al que siempre respetaremos-, del papel que ha tenido el “subcomandante Marcos o Galeano”, quien en esencia tuvo una serie de posiciones cercanas a los movimientos democráticos, políticos, sociales y populares entre 1994 y 2001 (año de la Marcha del Color de la Tierra que desde San Cristóbal de las Casas llegó hasta el Zócalo y luego llevó a la tribuna de la Cámara de Diputados las demandas del Congreso Nacional Indígena por el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés), y el otro Marcos que desde 2006 y “La Otra Campaña” hasta la fecha ha tenido posiciones púbicas donde se fue diluyendo cómo aquel crítico real y lúcido del viejo régimen que llegó a ser, y se fue apartando lamentablemente de los sentimientos del México profundo, para pasar hoy en día a convertirse en una especie de intelectual funcional del poder y la derecha, pero todavía con capucha. Una trágica caricatura de sí mismo.
En sus posiciones de hoy en día Marcos olvida que el obradorismo es un movimiento político y social amplio, vigoroso y anclado en las luchas del pueblo contra el neoliberalismo, y fraguado en la resistencia civil, pacífica y activa contra fraudes electorales, privatizaciones y abusos de las elites de poder que saquearon México entre 1982 y 2018.
Marcos, sospechosamente en los últimos tiempos reaparece -casual-, en momentos definitorios para formar parte de la guerra sucia contra el obradorismo y de la voluntad del pueblo, como en la coyuntura actual donde se da camino al mandato popular de terminar con los privilegios e impunidad para los delincuentes, y otras prácticas que privan en el seno un poder judicial obsoleto y corrompido; y aquí tenemos a Marcos nuevamente descalificando la lucha de Transformación.
El 15 de diciembre de 2006, apenas unos días después de que el espurio Felipe Calderón usurpara la presidencia de México para llevar al país a un baño de sangre, en un contexto dónde Marco se desentendió del movimiento democrático para hacer “Otra Campaña”, consigna el diario La Jornada que:
“En una velada que devino airado debate ciudadano sobre el fraude electoral del 2 de julio y los retos de la izquierda, fue presentada la novela Adiós cara de trapo del periodista Jaime Avilés, en su versión corregida y aumentada” realizada en la sede cultural histórica de la izquierda en Monterrey el céntrico y extinto café-bar El Nuevo Brasil, ante un grupo de personas que cuestionaban las críticas del cronista a Marcos, Jaime Avilés reflexionó:
“Si ustedes lo ven, Adiós cara de trapo no constituye en ningún momento una agresión, un ataque o una crítica al zapatismo o a Marcos en concreto”. Por el contrario, “abarca de la caída del muro de Berlín al momento en que llegan los zapatistas al Congreso a plantear los acuerdos de San Andrés, aunque no les hicieron caso”.
Para después dar la mejor respuesta al incongruente papel de Marcos desde 2006 hasta nuestros días:
“El título Adiós cara de trapo alude al subcomandante Marcos porque este personaje central del EZLN recientemente entró en una nueva etapa: La etapa en que, como Don Quijote, Marcos enloquece y empieza a decir tantas estupideces hasta que se vuelve el asesor de Felipe Calderón, porque él dijo, antes que nadie, que López Obrador era un peligro para la izquierda, y de ahí surge este epíteto…”
Nuestro respeto siempre a la lucha ejemplar de los indígenas zapatistas, pero sobre este personaje que se volvió parte del nado sincronizado de los conservadores y sus afanes golpistas, con Jaime Avilés decimos: Adiós cara de trapo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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