Apreciable lector, antes del prejuicio de sus pensamientos y de sus palabras, dese la oportunidad de leer este escrito hasta el final y deme a mí la oportunidad de exponerle argumentos a mi favor y de esta manera, juntos, intentar responder esta pregunta en comunión. Estará de acuerdo conmigo en que todo hombre en sociedad es un hombre político, cada una de sus decisiones y de sus actos influyen en los demás y tiene que gestionar esta cuota de poder frente a los otros. Es por ello que parto de la idea de que toda persona que se desarrolla en sociedad independientemente de las complejidades por las que atraviese, elije en algún momento tomar una decisión y es en ese momento en que su naturaleza social se recubre de su naturaleza política. De esta manera sostengo que al igual que lo fue Jesucristo, AMLO (Andrés Manuel López Obrador) es un actor político en sociedades que atraviesan tiempos distintos, claro, como cualquier persona de nuestro tiempo, pero AMLO y Jesucristo no fueron ni son cualquier persona, veamos esto con mayor detalle.
Estará de acuerdo que del siglo I hasta nuestros días (siglo XXI), el mundo en su conjunto ha tenido cambios importantes en lo geográfico, en lo económico, en lo social, en lo político, etc. Sin embargo, también es importante reconocer que la esencia de la lucha entre el bien y el mal, esa ha permanecido y permanecerá en la humanidad. Es precisamente esta dualidad la que ha hecho avanzar o retroceder a las sociedades del mundo, algunas estancarse y otras avanzar en esta dinámica eterna que separa el bien del mal, lo divino de lo maligno, la bondad de la perversidad. Es de esta manera en que podemos encontrar tiempos de luz y de oscuridad en la historia de la humanidad. Podemos encontrar en una sociedad de luz el progreso social, su desarrollo, el imperio de las ideas y del esfuerzo humano a favor del prójimo y, en contraparte, tiempos de oscuridad, de muerte, de la imposición del hombre sobre su propia especie, de la destrucción de la naturaleza y de su medio ambiente por el propio hombre, del autoritarismo, del salvajismo que trae consigo sufrimiento y desdicha.
Son incontables los pasajes de la historia que pueden darnos cuenta de los ciclos de luz y oscuridad de la humanidad, es precisamente la lucha entre el bien y el mal lo que ha escrito la historia del ser humano y de todo lo que lo rodea. Del total de la sociedad, algunas personas han estado bien definidas de qué lado estar, mientras que otras, no han tenido claridad sobre el camino correcto a elegir, y es aquí donde surgen los grandes líderes y guías, algunos liderando la oscuridad, otros liderando y guiando a la humanidad a los tiempos de luz. AMLO al igual que Jesucristo son resultado de la lucha constante del bien y del mal y llegan en un momento clave donde los cielos se cubrían de oscuridad y donde la maldad y la injusticia eran el común denominador de la mayoría de los actos humanos.
Es esta necesidad sentida del pueblo la que da origen e impulso a dos grandes líderes que han marcado la historia del mundo, dos hombres que han puesto su vida al servicio del prójimo, que han ofrecido su tiempo de vida y su sacrificio a favor del bien común. En ambos casos, Jesucristo y AMLO, cada cual, en su tiempo, padecieron gobiernos autoritarios y represores, gobiernos que ocupaban el poder para beneficio propio y no de su pueblo. En ambos casos también se experimentaban sociedades altamente desiguales, por un lado, los aristócratas y gobernantes colmados de riquezas y de opulencia, y en contraparte, un pueblo sediento y hambriento de justicia. Hoy con AMLO al igual que ayer con Jesucristo, la justicia estaba ausente, se encontraba corrompida, dominaban los excesos, el dinero, los lujos, el oro, las joyas y todas las excentricidades para unos cuantos mientras que la mayoría quedaba excluida de lo indispensable. Eran tiempos áridos y difíciles, tiempos en los que unos se desvivían por el derroche, por los grandes templos y construcciones, mientras que otros morían o mataban por hambre, huían de la muerte por la persecución o simplemente migraban a otras latitudes por la búsqueda de otras tierras, de futuros más prometedores.
Es tanta la similitud que a lo largo de lo que resta del escrito, es posible apreciable lector que no sepa distinguir si estoy hablando de la Jerusalén (provincia de Judea del siglo I) o del México contemporáneo. Son tantas las coincidencias que posiblemente en algún momento no logre distinguir si estamos hablando de AMLO o de Jesucristo. Por ejemplo, podremos coincidir en que ambos fueron influyentes y líderes políticos. En ambos casos también encontramos que son predicadores de lo que para cada uno ha considerado como su visión del mundo moral y ético. En ambos casos por doquier camino que pisan sus pasos los siguen multitudes, los aman y abrazan con tal dicha que hacen brotar el llanto de alegría por su presencia y de dolor por su ausencia. Desde la montaña hasta la plaza pública, desde los santuarios o sinagogas hasta los centros de convenciones, en calles y avenidas, caminos artesanales y veredas, cerca de ríos y mares, recorriendo regiones enteras a pie o en mula pregonando su palabra, hablando con la gente, con parábolas o moralejas, con lenguaje genuino y simple, pero profundo y entendible para su pueblo.
En ambos personajes podemos encontrar esa virtud de grandes oradores, ese carisma genuino, esa atracción de un espíritu y de un ser que se encuentra en paz, lleno de luz, de verdad y de honestidad tanto en sus palabras como en sus actos. En ambos casos, en su momento, ambos entraron a la discusión y con valentía a un fuerte debate, Jesucristo apoyando la idea de aclarar la forma de seguir a Dios, de lo que Dios quería para su pueblo y la manera de seguirlo en sus palabras y en sus actos; por su parte, AMLO, aclarando la idea de la forma adecuada de llevar una nación como México al progreso, a una mejor etapa de desarrollo en democracia y con justicia, sobre todo con justicia social para los más desprotegidos. En ambos casos se tenía como prioridad atender al desvalido y darle voz a aquellos que eran invisibles y marginados. En ambos casos su lucha social la hicieron abajo, con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Ambos han sido maestros y aprendices, han heredado sus enseñanzas y han formado discípulos y seguidores. En ambos casos su influencia ha trascendido fronteras y han pasado de boca en boca llegando sus palabras a todo el planeta. Por ejemplo, guardando las proporciones, si Jesucristo se presentara en nuestros días sin duda sería un streamer y ocuparía el primer lugar de los contenidos más vistos en plataformas, tal como lo hizo nuestro presidente AMLO en septiembre del 2023 con sus conferencias matutinas (¡las mañaneras!). Si Jesucristo formara parte de un ranking de líderes mundiales sin duda se encontraría en los primeros lugares de los índices como los realizados por la firma Morning Consult, como en el caso de AMLO, no sólo sería uno de los líderes de mayor aprobación, sino que ésta se mantendría a lo largo del tiempo por el apoyo genuino por parte de su pueblo.
Está por demás decir que en ambos casos han sido acusados, perseguidos y juzgados. En ambos casos los grupos de poder y conservadores de los privilegios de élite los han difamado y calumniado, en ambos casos les han realizado campañas negras de desprestigio con el propósito de manchar su imagen, sin conseguirlo. En ambos casos han sido asediados y seducidos por los amos y señores del poder económico y político de su época. En ambos casos han sido espiados por sus detractores, tuvieron infiltrados y padecieron traiciones de sus más allegados. Nuevamente, guardando las proporciones, en ambos casos crearon comunidades que los siguen y que han conformado un movimiento que tiene como fundamento sus principios y enseñanzas. En ambos casos han dejado plasmada su vida y obra, para el caso de Jesucristo la religión del cristianismo y para el caso de AMLO una escuela de pensamiento llamado humanismo mexicano. En ambos casos sus actos fueron humanos y bondadosos, se guiaban por el principio de honestidad, de coherencia y congruencia de su palabra con sus actos, colocando como principios rectores no robar, no mentir y no traicionar, en ambos casos siempre apoyaron la idea del amor al prójimo y de ser feliz estando bien con el prójimo, con dios y con nuestra propia conciencia, que van de la mano con los populares diez mandamientos de Moisés.
Redentor es quien libera y de la misma manera en que Jesucristo es el redentor por haber dado su vida por la humanidad para ofrecerles a esta el reino de los cielos como un mundo nuevo y eterno; de la misma manera AMLO ha redimido al pueblo de México, un pueblo que se encontraba cautivo, esclavizado en la penuria, en el dolor y en el sufrimiento al que lo habían llevado sus gobernantes mediocres, rateros y asesinos. Quizás estaría por demás mencionar el baño de sangre y de lágrimas que dejo a su paso la guerra contra el narco de Calderón, o la infamia de las privatizaciones y la estela de desempleo y miseria que dejó Zedillo. Si lo piensa por un momento mi querido lector, México antes de AMLO era un país destazado (concesionado) y vendido al mejor postor, o hipotecado con el FMI. Recordemos que los gobernantes pusilánimes del pasado neoliberal en México habían empeñado hasta nuestra dignidad, no teníamos ni autonomía ni soberanía, éramos, como actualmente en muchos países de América Latina y el mundo, una oligarquía simulada de democracia.
Entiendo estimado lector que por nuestra religión nos sea difícil ver a Jesucristo como simplemente un ser humano que hizo el bien sin quitarle este halo de divinidad y trascendencia que tiene. AMLO también es un ser humano y también ha realizado el bien hacia los demás sin esperar nada a cambio, incluso ha pedido que no quiere imagen o lugar que lleve su nombre, está decidido de que al terminar su mandato se retirará por completo de la escena pública aislándose del mundo, sin recibir visitas en su Quinta en Palenque. El lunes 30 de septiembre será la última vez que lo veamos y será (como con Jesucristo), como si él mismo se fuera a su sepulcro y pusiera la roca que lo separará de su pueblo en vida.
No podía venir el bienestar que goza hoy el pueblo de México sino es por orden divino. No lo permitieron las leyes naturales ni el hombre, los gobernantes anteriores a AMLO no tenían ni esa humanidad ni esa calidad moral y ética como para compadecerse de su pueblo, sentir compasión y aliviar su sed de justicia. Tuvo que llegar AMLO para ordenar las cosas. De la misma manera que Jesucristo, multiplico los panes y peces en el hogar de los adultos mayores que hoy gozan de un programa social que les permite solventar (con $6,000 pesos mensuales) una vida digna y hacerse de los bienes básicos para su subsistencia, apoyo que antes no tenían. De la misma manera ha hecho milagros con los desvalidos y discapacitados, hoy en México una persona con discapacidad recibe un apoyo bimestral que haciende a los $3,100 pesos y que le permite sortear sus medicamentos, llevar un tratamiento o apoyar en su transporte y movilidad.
No cabe duda que la luz se abre paso en la oscuridad. También AMLO ha expulsado demonios, todos ellos viven ahora en Madrid o se encuentran en Atlanta, tal como los expresidentes Peña, Calderón y Salinas o como el corrupto del PAN Ricardo Anaya, otros más se encuentran extraditados o purgando juicios y condenas en Estados Unidos o escondidos en Israel. No ha detenido tempestades, pero si ha construido barreras de contención como en el caso de la construcción de presas, ha evitado tragedias con la realización histórica de obras públicas para evitar las desgracias como en el caso de las inundaciones, además de atender con efectividad los desastres naturales como lo experimentado en Acapulco con el huracán Otis, ha realizado caminos y carreteras donde antes era tierra y lodo, ha comunicado a los pueblos con puentes, trenes, puertos y nuevos aeropuertos.
AMLO ha atendido la inseguridad y combatido la delincuencia atendiendo las causas con programas sociales, de una forma humana y no bestial y visceral como en el caso de Calderón. Les ha dado una atención especial a los jóvenes con becas y apoyos económicos para sus estudios y su primer empleo, ha mejorado la infraestructura en las escuelas en todos los niveles y de manera histórica ha construido la mayor cantidad de universidades que se haya tenido registro. Siempre ha mantenido una política de respeto al prójimo, entre personas como entre naciones. Ha apoyado al migrante nacional y extranjero, teniendo siempre una política humanitaria frente al foráneo. Desde su visión, el migrante que deja su país y apoya a sus connacionales es un héroe y heroína y recientemente los celebró con un significativo festival agradeciéndoles por todo el apoyo brindado a México con sus remesas, que son el fruto de su trabajo y de su esfuerzo.
Apreciable lector, si usted busca en su diccionario la palabra resurrección, se dará cuenta que es una palabra bellísima. Pues sí, AMLO también ha hecho resurrecciones, así es, por sorprendente que le parezca. Por ejemplo, si entendemos la palabra resurrección como sinónimo de renacimiento, como sinónimo de una nueva vida, pues es esa misma la que le ha dado AMLO a México, de la misma manera que lo hizo Jesucristo con Lázaro, le dio una nueva vida, una nueva oportunidad de vivir. Si usted lo recuerda, México estaba en las penumbras, la clase política era deplorable y la fe y la esperanza de ver un México mejor cada día venía a menos, todo era robo y corrupción, todo era tranza, había entre la gente desesperanza, hartazgo, desánimo y desilusión, era un panorama nacional triste y gris en el que había un consenso de que México no se merecía tanto daño de su clase política.
Tuvo que venir AMLO a purificar la vida pública de México y erradicar la corrupción, hoy se castiga social y moralmente los actos de corrupción, esos mismos que antes se celebraban y se ponían de ejemplo de una “buena vida”. AMLO le ha dado una nueva vida al pueblo de México, un nuevo respiro, lo ha resucitado. Son infinitas las muestras de cariño ahora que ya se acerca la hora de la despedida, son infinitas las lágrimas sinceras de su gente y de su pueblo, muestras de agradecimiento, pero también de nostalgia. AMLO nos hizo volver a creer en la política y en los políticos, en la honestidad de los gobernantes, nos ha dado una segunda oportunidad para construir un mejor México entre todos, sin duda, ha desyerbado el camino y puesto las bases para el segundo piso de la cuarta transformación.
Finalmente, quisiera terminar diciendo que al igual que la era de la humanidad se divide entre la era antes de cristo (a.C.) y después de cristo (d.C.), en México, AMLO ha marcado una nueva era. Desde ahora, los libros de historia se tendrán que reescribir notando que, a mi humilde parecer, habrá un México antes de AMLO (a.AMLO) y un México después de AMLO (d.AMLO), así es mi querido lector, de tal envergadura es el impacto de nuestro presidente, ¡ahora todo tiene sentido!, y si usted cree que no es así, por favor, déjeme en esta locura y deje que a usted y a mí nos juzgue la historia.
¡Viva AMLO y viva México!
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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