Cuando en 2018, el entonces candidato de la izquierda; Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones a la presidencia de México, de inmediato, los millones de personas que votaron por él, vieron en el camino una pequeña luz hacia la justicia que por años habían anhelado. Es bien conocida la cantidad de sangre de miles que costó llegar hasta esa fecha. Desde ahí, este gobierno tuvo que luchar (y aún lo hace), contra la derecha mexicana enquistada en puestos clave de instituciones públicas desde donde se atrincheró, apoyada por el poder económico proveniente de empresarios dentro y fuera de nuestras fronteras y de gobiernos como el estadunidense, a través de USAID en el bien conocido apoyo a MCCI, como lo ha dado a conocer el presidente desde su conferencia mañanera.
Parte fundamental del embate que sortea a diario el gobierno federal ha sido también, frente a los medios de comunicación otrora poderosos, que si bien, han visto mermadas sus fuerzas monetarias y de audiencia, aún son vistos en gran medida, por aquellos que todavía anhelan los tiempos de un prianismo autoritario y represor, del cual se beneficiaban. Es precisamente contra estos medios, que el primer mandatario ha llevado su pelea frontal, con base en constantes aclaraciones a calumnias y discursos inclinados a desestabilizar las medidas impulsadas para aminorar los efectos perjudiciales de la pobreza, corrupción e inseguridad, entre otras, que dejaron sus predecesores.
Al ser un viejo lobo de mar, el presidente mantuvo una actitud mesurada y conciliadora ante los reclamos inmediatos de la gente de perseguir y enjuiciar a expresidentes y otorgó al pueblo el poder de decisión que requería para legitimar tales demandas, pero se encontró, en este caso particular, de frente con la SCJN, la cual declaró inconstitucional la figura de consulta popular que había de transferir al pueblo su decisión sobre el tema.
Esta coyuntura ejemplifica el porqué de que existiera una falsa percepción no solo de autoritarismo sino de inacción o en el mejor de los casos de indiferencia frente a los problemas que se presentaron a lo largo de todo el sexenio. Por una parte, un poder paralelo que sintió más grande que la máxima autoridad y por el otro, los medios que en todo momento usaron cualquier nota por mínima que fuera contra la presidencia y la extrapolaron hasta hacerla parecer el peor de los agravios en toda la historia del país.
Pero esta percepción dio un giro el 2 de junio con los resultados arrolladores obtenidos por la ahora presidenta electa, Claudia Sheinbaum, al posicionarse 2 a 1 contra su más cercana rival, quien por cierto, acaba de reconocer que jamás tuvo datos que acreditaran que tenía ventaja alguna en los resultados electorales. Frente a tales muestras de apoyo popular, y con una mayoría en las dos cámaras, la presidenta tendrá frente a sí, la tarea de concluir aquellos asuntos que quedaron pendientes de resolver, toca ver si los distintos actores políticos de quienes se sospechan actos ilícitos se pueden llevar ante la ley, toca quitar de las garras de la oposición los puestos en las instituciones que han impedido obtener justicia para los más pobres, pero también es importante que la toma de decisiones esté apegada al mejor de los intereses para todos.
Un ejemplo de esto último es el rumor que corre de que el exclavadista olímpico Rommel Pacheco podría estar a cargo de la CONADE, presidida con muchos claroscuros por Ana Guevara, otra deportista de élite, quien llegó nombrada por el actual presidente. Cabe preguntarnos en primer lugar, ¿a quién interesa que se corra el rumor de Rommel? ¿Debemos creerlo sin poner en tela de juicio cada historia, que después de un tiempo se descubre como patraña? En segundo y a sabiendas del claro historial de Pacheco en su corta vida política, ¿la presidenta electa lo podría incluir como parte importante de sus aliados en el gobierno? Después de todo, una de las demandas del pueblo de México es que, actores como Germán Martínez o Lilly Téllez, no sean incluidos dentro de las esferas políticas que controla la izquierda ni se les abra los brazos para que después se pongan en contra de quienes los encumbran.
Es necesario que se deje el discurso que Mario Delgado y pesos pesados al interior de Morena mantuvieron durante estos poco menos de 6 años, para incluir a cuanto charlatán conservador se quisiera colgar del partido en aras de la pluralidad y porque se necesitaban todas las fuerzas que se pudiera para derrocar a la derecha. Esa derecha ya está derrotada, en la lona, lleva así dos elecciones federales y no se ve manera en que se pueda levantar. No hay necesidad de mantener el discurso del indefenso, del pobrecito; en lugar de ello, es importante escuchar a la gente, no hacer oídos sordos a los reclamos de justicia (que no de “sed de hambre” de la mala excandidata conservadora), ni buscar en la banqueta de enfrente lo que se tiene en casa. Así se mantiene la legitimidad que la gente brindó en las urnas, caminando de la mano con quien entregó su confianza, misma que esta cargada de historia y sed de justicia, ¿no cree usted?
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