Marko Cortés no solo ha generado una de las peores crisis en su partido, Acción Nacional, sino que también se ha ganado el rechazo de la mayoría de sus colegas de ultraderecha y es que según una reciente encuesta de Arias Consultores, el 61.4% de la militancia desaprueba la gestión de Cortés, lo que ha generado un creciente clamor por su renuncia.
A pesar del evidente descontento, el Comité Ejecutivo Nacional del PAN ha decidido mantener a Cortés en el cargo hasta al menos el 10 de noviembre, fecha en la que se llevará a cabo la elección de su sucesor. Este proceso electoral interno se ha visto envuelto en controversia, ya que, aunque el 61.2% de los militantes opina que el Consejo Nacional debería elegir al nuevo dirigente, el Comité ha optado por un proceso de votación abierta a la militancia.
El nombre de Santiago Creel suena con fuerza para suceder a Cortés, con un abrumador 88.1% de apoyo entre los encuestados, mientras que Jorge Romero y Damián Zepeda apenas alcanzan el 8% y 3.1%, respectivamente. Este respaldo masivo a Creel refleja el deseo de un cambio drástico en la dirección del partido.
El descontento con Marko Cortés no solo se limita a las bases del partido, sino que también resuena entre los simpatizantes, quienes ven en su liderazgo una de las razones de la pérdida de relevancia del PAN en la política nacional. A medida que se acerca la elección de noviembre, las críticas hacia Cortés y su gestión podrían intensificarse, poniendo en riesgo la cohesión interna del partido.
El PAN se enfrenta a un desafío monumental: redefinir su liderazgo y reconectar con una base militante que exige cambios profundos. La elección de su nuevo dirigente podría ser el primer paso hacia la recuperación o el inicio de una nueva etapa de crisis.
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