Desde hace varios años en el ámbito internacional, los acuerdos y resoluciones tendientes a garantizar el derecho de todas y todos a un medio ambiente limpio y sostenible se han incrementado considerablemente. Sin embargo, en México como en muchos otros países, la adhesión a dichos acuerdos comúnmente se hacían bajo dos lógicas: la de establecer políticas públicas “al ahí se va” mediante programas poco eficaces y costosos que a la postre se convertían en letra muerta y, por otro lado, imperaba la lógica de mantener con plena vigencia los beneficios de las empresas y organismos que en el hecho solapaban la contaminación y contribuían al deterioro del medio ambiente gracias al cobijo eterno del manto de la corrupción.
Y sí, con argumentos sólidos y evidencias irrefutables, para muchos verdaderos ambientalistas (casualmente los mismos de siempre), ningún programa resultaba eficaz cuando menos hasta el gobierno de Peña Nieto, pues estos carecían de indicadores que establecieran parámetros mínimos para determinar su conveniencia y si habrían de continuar o no.
Teniendo este antecedente, para 2018 la apuesta de muchos movimientos pseudoambientalistas muy alineados al oficialismo recién derrotado, se basaba en describir a AMLO como un gobernante insensible ante la grave crisis ambiental a nivel internacional y auguraban un escenario desolador para el medio ambiente en lo que sería su sexenio. Pero ¿Qué esperar de estos colectivos si siempre se caracterizaron por recibir cuantiosos recursos de gobierno para realizar programas vinculados al medio ambiente? Estos (por todos conocidos) aparecieron desde el gobierno de Vicente Fox como una herramienta más para desviar recursos bajo la bandera ambientalista, igual como sucedía con el movimiento campesino, pero, como dice el clásico: con sus honrosas excepciones. Así que si uno echa un vistazo por encimita a las actividades en general, fácilmente encontraremos que las declaraciones en contra de AMLO les llevan más tiempo que sus acciones a favor del medio ambiente.
Por eso atinó AMLO al señalar la hipocresía con la que se manifestaban los voceros de dichos movimientos que mucho se preocupaban por los recortes presupuestales como si en el derroche de recursos acostumbrado se encontrara la varita mágica que resolvería el tema ambiental, especialmente el cambio climático.
Hacían falta hechos y hoy se puede constatar que vinieron con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Para muestra un botón de más de 14 mil hectáreas establecidas en el Lago de Texcoco que hoy da muestra del cumplimiento de su objetivo a simple vista. Es decir, más allá de los estudios, análisis e investigaciones, una sola mirada a la zona, deja constancia plena de que la justicia social y la justicia ambiental se hicieron realidad en ese espacio emblemático de México y exige uno de los más amplios reconocimientos al tabasqueño.
El lago de Texcoco ha sido el hábitat de flora y fauna exepcionales, con una cultura lacustre mística que preservan sus habitantes; espacio indiscutible de aves residentes y refugio de especies migratorias que engrandecen aún más su valor biocultural que dieron nombre e identidad a una nación. En pocas palabras, un lago que, por donde se observe, es el alma del valle de Anáhuac.
Precisamente esta concepción del lago de Texcoco, la identidad con la tierra y el conocimiento histórico se convirtieron en el genuino signo ambientalista de este gobierno para hacer frente al cambio climático, al mismo tiempo que se le rinde homenaje a nuestra cultura y a nuestros ancestros. Suena fácil en este 2024 señalar 6 años de acciones que fueron antecedidas de sexenios de abandono y olvido donde la naturaleza les valió madre, pero vaya que significó sin duda todo un desafío para llevarlo a cabo y contrarrestar el daño del que, por cierto, muchos ambientalistas ni voltearon a ver. Pero el desafío tuvo enfrente acciones concretas impulsadas por este gobierno a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, de ahí que resulte necesario reconocer la conducción de López Obrador, pero también la ejecución de un servidor público comprometido y con verdadera vocación de servicio, identificado con el proyecto real de la Cuarta Transformación y con una de sus causas más nobles que pocos, muy pocos enaltecen y que es la ambiental. Nos referimos en efecto al Maestro Adán Peña, cuya labor deja claro que la justicia social va de la mano de la justicia ambiental cuando se trata de alcanzar el bienestar para todas y todos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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