Josep Borrell, el jefe de la diplomacia europea, ha dicho que el desarrollo europeo del siglo XXI se debió a 2 pilares fundamentales: el gas ruso barato y el mercado chino. Acto seguido, Europa se enfrasca en una guerra que no le compete en tanto que son los intereses estadounidenses los que están en juego; y luego, declaran a China como riesgo estratégico por “exceso de capacidad de producción”. ¿Cómo se llamó la obra? Europa fiel vasalla del imperio anglosajón. El mundo no solo ha cambiado, sino que los políticos europeos son cada vez más incompetentes.
Por su parte, Donald Trump ha dicho que, de llegar a la presidencia, enfocaría su gestión en derrotar y superar a China, no a Rusia. Parece ser que el energúmeno racista y xenófobo puede ser la mejor apuesta para evitar el desastre europeo. Él mismo admitió que Rusia es una máquina de guerra que derrotó a Napoleón y a Hitler, y que una guerra con ellos es como ponerse a Sansón con las patadas, además del riesgo nuclear inminente. La eventual finalización de la guerra le dará oxígeno a Europa porque, por fin, dejará de invertir recursos en algo que no le es provechoso en lo absoluto, sino lo contrario. Por cierto, perdieron el relato triunfalista hace rato. También, es mentira que hayan dejado de comprar gas ruso, solo que ahora lo compran más caro porque lo hacen a través de intermediarios. Su matriz energética pasó a depender casi totalmente de Estados Unidos, quien por cierto es la única economía beneficiada de la guerra de Ucrania y Rusia, y más que nunca los gringos tienen el pie en el cuello de los europeos.
Ante el apabullante crecimiento y desarrollo de Asia, especialmente de China e India, Europa pierde relevancia y peso geopolítico. Sus democracias, otrora ejemplos en el mundo, han sido altamente cuestionadas por mostrarse más al servicio de las oligarquías financieras y globalistas que de los intereses de sus ciudadanos, y el supuesto diálogo democrático no es otra cosa más que circos de muy bajo nivel, lo mismo que ocurre en América Latina. Antes, se atrevían a cuestionar, con evidencia, que su sistema era mejor que otros, hoy no tienen cara para cuestionar a otros sistemas totalitarista en diferentes regiones de Asia, que, priorizando el desarrollo y bienestar de su clase trabajadora, dan mejores y más resultados para su clase trabajadora.
Europa también padece una crisis de población: por un lado, desprecian a la migración y sabotean su llegada, aunque saben que la necesitan; y por el otro, su pirámide poblacional es un desastre y las oportunidades para los jóvenes son escasas, tanto así que mucho talento suele emigrar para no quedarse a trabajar como mesero, típico caso español.
La Unión Europea fue un modelo de integración económica exitosa en su momento, pero hoy la mayoría de los Estados miembros se sienten subordinados y sometidos a los intereses de las potencias. La gente se da cuenta que están más cerca de ser Grecia que Alemania.
Europa hoy no es ejemplo para bien de muchas cosas porque se sabe que hay una crisis económica, una decadencia social y una gran dependencia de Estados Unidos.
México debe ser cuidadoso y mantener relaciones estables con Europa, pero no ir más allá con una región que va a la baja. Desafortunadamente tampoco podemos elegir nuestra suerte por la jaula geopolítica en la que vivimos y que nos condena a estar del lado de Estados Unidos. Proyectos alternativos como la unión iberoamericana o latinoamericana son quimeras que no encantan a nadie, solo a los españoles nostálgicos o a los optimistas soñadores; y el acercamiento a otras potencias como China siempre va a ser saboteado y condicionado por Estados Unidos. No queda otro camino más que la búsqueda de la soberanía y las relaciones estables con nuestro vecino del norte, y aunque en el fondo muchos anhelamos ver su caída, como país nos conviene que no pase.
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