La turbulencia generada por Alejandro Moreno Cárdenas al interior del PRI es un claro ejemplo de alguien que no asimila la derrota, asume ser indispensable y la profunda necesidad de ejercer poder aun cuando carece de legitimidad, persuasión y liderazgo.
Desde la primera semana posterior a los comicios del 2 de junio, ‘Alito’ no tuvo el valor para dar un paso al costado y posicionarse a favor de un relevo de los liderazgos al interior del Revolucionario Institucional.
Tal vez le es insuficiente que en cinco años de conducir el timonel priísta, han salido el 75 por ciento de sus militantes y han perdido 10 gubernaturas, entre ellas Hidalgo y Estado de México los eternos bastiones.
En 2011, el doctor en Jesús Tovar Mendoza realizó una investigación en torno a los conflictos pos electorales y la necesidad democrática de que los derrotados acepten el fracaso. “La derrota no es una situación regularmente deseada pero sí un resultado que alguien tiene que asumir”, fue una de sus hipótesis.
Resulta un total contrasentido que ‘Alito’ se diga ser un político demócrata e institucional cuando busca perpetuarse en la dirigencia, inicialmente hasta 2029, y en efecto, parece no asumir la derrota.
Es decir, ‘Alito’ atentó con lo poco o nada que quedó del tricolor, se burla de los 5.7 millones de votos obtenidos el 2 de junio y de ser la quinta fuerza política en el Congreso, con los 33 curules que ocupará el revolucionario institucional en la nueva legislatura.
Irónico e inverosímil para un PRI que se jactó durante muchos años de la lealtad en su militancia, respaldar a su partido y, pese a no ganar puestos o candidaturas, priorizar la unidad.
Ahora, contra la misma tradición priísta el campechano ha tratado de culpar a sus compañeros por el deterioro del partido, por los descalabros electorales, y hasta por presuntos actos delictivos. Sí, pareciera aventar la papa caliente hacia otros personajes cuando lleva ya casi un sexenio dirigiendo el partido.
¿De dónde toma tanto valor, o descaro, para suponer que con expulsar el “neoliberalismo” y pedir justicia contra militantes de alto rango sea suficiente para ganar legitimidad?
Resulta inevitable pensar que es alguien despreocupado por las consecuencias legales que todos sus escándalos le pueden ocasionar. Desde 2022, han crecido señalamientos sobre Moreno de corrupción, desvío de fondos, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y ser un fanático de las oficinas e inmuebles lujosos, como su mansión con valor de 300 millones que tiene en su entidad natal. Sin embargo, ninguna de esas acusaciones han terminado por generarle cargos.
Esto hace pensar que sus agarraderas son políticas, regionales, e inevitablemente judiciales. Esas que están próximas a reformarse, sea como sea, y que, mediante el TEPJF, ya rechazaron resolver las impugnaciones de los ex dirigentes del PRI, al considerar ilegales las reformas a los estatutos del partido para que se reelija Alito.
¿Será que se asume poderoso, intocable, legítimo y digno dirigente vitalicio por sus amistades que usan toga? Ah, sí, tal vez esas mismas con las que en diciembre del 2023 degustó una cena muy cuestionada.
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