En un lejano lugar retacado de nopales
Rockdrigo González
había unos tipos extraños llamados intelectuales.
Mienten. Piden equidad en los medios, de los que son dueños. Hacen un uso faccioso de sus canales de televisión, sus radiodifusoras, sus diarios y revistas, es decir, sus pasquines inmundos, y siempre despotrican en mesas de análisis contra el gobierno. Ellos no difunden las buenas noticias, pero inventan o intensifican las malas; aseguran que se está privilegiando a la candidata del oficialismo, aunque tienen tres lugares predominantes de sendos partidos políticos. Se autodenominan “sociedad civil”, pero atienden intereses de empresarios y extranjeros. Ya habían hablado de la “deriva autoritaria” y ahora se quejan de la “regresión autoritaria”, de la “polarización en dos bandos” (que ellos mismos impulsan), y aseguran que la 4T quiere extender la represión y censura durante el próximo sexenio, y lo dicen ellos, quienes hacen y dicen lo que quieren, incluso flagrantes mentiras.
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Mienten. Presumen ser integrantes de la comunidad cultural. A su pesar, apoyan a la candidata de la derecha y se expresan en manifiestos en los que hasta incluyen a personas que no están de acuerdo con sus perversas palabrejas; ellos quieren que el gobierno les regrese los apapachos, pero esos apapachos no son otra cosa que carretadas de dinero público que llevan a sus bolsas no sé para qué, pues no les hace falta.
Son muy ricos y desean más riqueza. Esos tipos extraños que se dicen intelectuales buscan más reconocimiento, aunque, en el fondo, desde lo más profundo de sus narices, saben que apestan.
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Según ellos, las elecciones serán una confrontación entre la democracia y el autoritarismo, pero saben bien que el autoritarismo está de su lado, pues ese grupo de “librepensadores” encaminó a los sexenios anteriores al fracaso, desde sus posiciones clave en universidades, secretarías de Estado, editoriales, medios de comunicación masiva, organismos de la “sociedad civil”. Se llaman a sí mismos “pluralidad multicolor” y lo único que respetan son los colores verde, rosa y azul de los billetes. Dicen ser ciudadanos, aunque lo último que les interesa es el bienestar del pueblo. Ellos se presentan como intelectuales y han envejecido ya, hecho natural que no tendría nada de malo –al contrario– si no fuera por que no han entendido nada de nada. La sabiduría de la gente, los años y la falta de privilegios los han rebasado, se han denigrado aún más y, como el personaje de la enorme novela de Richard Matheson, El hombre menguante, seguirán empequeñeciéndose hasta perderse en el microcosmos, en el microcosmos de la basura…
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“Con tanta pobreza y degradación como existe –decía Jiddu Krishnamurti– es necesario ser muy insensible para ser rico… Algunos de ellos vienen a preguntar para hallar la realidad… Los ricos ya están atrapados en la red de su propia acción… Sus creencias y ceremonias, sus esperanzas y temores nada tienen que ver con la realidad, pues sus corazones están vacíos. Cuanto mayor es la apariencia externa, tanto mayor es la pobreza interior. Renunciar al mundo de la riqueza, el confort y la posición es cosa relativamente simple, pero dejar a un lado el ansia de llegar a ser, de devenir, requiere gran inteligencia y comprensión. El poder que otorga la riqueza es un impedimento para la comprensión de la realidad, como lo es también el poder del talento y la capacidad”.
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23 de mayo de 2024. El presidente habla de cuando Enrique Krauze propugnaba por una democracia sin adjetivos y se pregunta: “¿Qué es la democracia sin adjetivos? Para ellos es kratos sin demos, es poder sin pueblo. Un mecanismo para cumplir con las formas y llenar el expediente. Como lo hacía Porfirio Díaz. Nunca en el porfiriato se dejaron de hacer elecciones. Nunca. Eso sí. Se sabía de antemano quién iba a ganar.
Empiezan con eso –continúa Andrés Manuel– de que está en riesgo la democracia. Cuidado con el autoritarismo, cuidado con el mesianismo, el caciquismo. No creen –sí lo saben, pero no les conviene internalizar y expresar– que yo termino en cuatro meses y me jubilo, porque entre otras cosas he aprendido que no hay que tenerle mucho apego ni al dinero ni al poder. Pero como pensamos distinto, eso está en su cabeza. Entonces empiezan a hablar hasta de mis ‘vínculos con la delincuencia organizada’. Todo esto, echado a andar por grupos conservadores con el apoyo de los medios de manipulación, que son propiedad de ellos o están al servicio de la oligarquía, como los intelectuales.
Empiezan con todo ese discurso. Y me da hasta ternura la gente de buena fe que, con este bombardeo de mentiras, con toda la manipulación, vino a manifestarse hace poco –y siempre–: ‘Nos va a quitar nuestras casas’. ‘Quiere reformar el artículo 138’. ‘Oiga, pero la Constitución nada más tiene 136 artículos’. ‘No, no, pero ya lo dijeron y son comunistas’.
Una de las cosas lamentables de los periodos de decadencia es el nivel de deshonestidad al que se llega. No solo en lo económico, sino deshonestidad intelectual, deshonestidad política”.
Después –en referencia a que Aguilar Camín pide apapacho, pero en billetes verdes–, dice: “Es que quieren apapacho los que se acostumbraron a vivir con excesos, que se dan vidas de opulencia. ¿Y los campesinos y los obreros y los maestros, y la mayoría de la gente, bueno, y ustedes? Recibían muchísimo presupuesto. Nunca ayudando al pueblo, pero sí quedándose con parte del presupuesto que es del pueblo, y viviendo ellos colmados de atenciones, de privilegios, y ahora, con gran nostalgia, empiezan haciéndole al cuento de que hay una dictadura, no hay libertades, se persigue, se impide la libertad de expresión. Todo lo contrario […]. ¡Apapacharlos costaba mucho!”.
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Son –bien dice Rockdrigo– unos tipos extraños, alejados del pueblo, que se creen “inteligentes”, pero no entienden, juzgan, y se lamen unas heridas que –para colmo– no tienen: creen tener.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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