Hace quince días fui invitada a una reunión social en la que parte de los invitados congeniaban con el grupo al que representa Xóchitl Gálvez. De eso nos dimos cuenta después de hablar de temas diversos, la comida, las expresiones culturales de los lugares que frecuentábamos, si había sido complicado comprar boletos para ciertos eventos masivos, de todo un poco. El asunto fue que llegamos al tema de la política.
Hay que decir que había representación de todos los sectores, partidarios de MORENA, otros de los partidos de oposición y personas que se encontraban escépticas hacia una postura y otra. Resulta que comenzaron a plantearse algunas ideas, se expresaron comentarios del tipo “conozco a tal persona que tiene tales cartas dentro de cierto puesto dentro de tal institución y dice que el presidente hizo esto”. Que yo no dudo que exista esa persona, tampoco dudo que lo exprese, el asunto es que mi respuesta fue, de eso tiene que haber documentos que se pueden pedir por transparencia para denunciar esos actos.
Es interés de todos los mexicanos que existan pruebas de todas las acciones de los funcionarios y así como se encuentran discordancias en el manejo del dinero público de las administraciones, claro que las puede haber en esta. Porque las personas pueden no ser inocuas, pero esos datos deben estar. Resulta que después de unos minutos de discusión y de sacar tema tras tema, uno de los interlocutores expresó algo así: “usted tiene su postura y yo tengo la mía y no nos vamos a convencer, mejor hay que hablar de otra cosa”. Me sorprendió demasiado su intolerancia, dejó de mencionar temas y nosotros continuamos hablando, incluso con sus acompañantes.
Tengo que decir que me sorprendió mucho la actitud del señor, recordé el primer coloquio en el que participé en la universidad, estudiaba el primer trimestre de la carrera y una de las profesoras mencionó que nosotros después de haber estudiado con cierto profesor no saldríamos de la idea teórica que teníamos y ya no participó. En esa investigación analizábamos la movilidad social que tenían los estudiantes de distintas licenciaturas. Me sorprendió que en un espacio académico no hubiera oportunidad de diálogo, de colocar argumentos que fueran sólidos para persuadir los resultados que daban las encuestas que realizamos. Ese día regresé a ese momento en que sentí que mi trabajo era desestimado por nada, por ningún dato o teoría.
Mi reflexión del intercambio de la reunión social fue que, en ese contexto, tanto los partidarios del presidente y su movimiento, como quienes se mantienen en un espacio intermedio, están más dispuestos a la discusión de las opiniones que aquellos que se ciñen a la oposición. Veo una similitud en varios participantes de las marchas de las mareas rosas. Tuve oportunidad de ver a los asistentes en la marcha del 26 de febrero del 2024 en el Zócalo, la sensación de enojo y frustración imperaba, aunque la concentración era en defensa del INE, la consigna que más se escuchaba era en contra del presidente López Obrador.
Han circulado los videos de jóvenes reporteros y creadores de contenido que el pasado 19 de mayo del 2024 estuvieron en el Zócalo, es llamativo el video de Hernán Gómez, donde lo agreden, insultan https://vm.tiktok.com/ZMMwWQn27/ y vinculan con el narco. Sin afán de generalizaciones, las concentraciones de la llamada “marea rosa” desbordan la necesidad de violencia y frustración. Freud menciona en su texto: Psicología de las masas y análisis del yo, que la masa se convierte en irracional y motiva a sus participantes a realizar acciones que de forma individual no se atreverían. No encuentro ejemplo mejor del análisis del que disponemos de este autor que los integrantes de la marea contra AMLO y MORENA.
Me perece incomprensible que veamos la violencia inconmensurable a la que estamos sometidos todos los días en las grandes ciudades de México como para pretender que sea combatida a la fuerza. Quizá su lógica esté del lado del paternalismo histórico del priismo, donde a la fuerza teníamos que aceptar las condiciones que nos eran impuestas y podemos cuestionar una vez más el concepto tolerancia. Durante muchos años tolerar significaba en la sociedad algo así como permitir que existas e ignorar a quien tengo que soportar. Una degradación total de un valor que tendría que dar sentido al respeto profundo, a llevarnos a una profunda compresión de ideas, creencias o ideologías. Aunque, de un tiempo a la fecha, parece que incluso las derechas pugnan por dejar de permitir que los otros existan, una visión demasiado cargada hacia el fascismo.
A veces siento que se extingue la tolerancia y tenemos que rectificar el rumbo, de lo contrario la violencia no cederá. Porque pensamos que son minoría, porque quizá así lo sea, el riesgo está en el aparato publicitario al que tienen acceso esos grupos que buscan mover masas, que por lo pronto es un objetivo no completado y ojalá que así permanezca.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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