La lista de chapulines en MORENA está más larga que la cuaresma, así que sería ocioso revisar cada uno de los casos y poco valdría la pena dedicar tiempo a los antecedentes de cada uno, al fin y al cabo, la militancia ya se ha encargado de sacar los respectivos trapitos al sol; pero lo que sí vale la pena es reflexionar sobre el futuro que les espera a dichos personajes a partir de que Claudia Sheinbaum asuma (como todo parece indicar) la presidencia de la República.
En principio hay que decir las cosas como son, por más que se corra el riesgo de desatar el enojo de la dirigencia: abrir la puerta al “chapulineo” no es otra cosa que el reflejo de un pragmatismo vil contrario a los ideales de lo que supuestamente representa la Cuarta Transformación. Así que digamos que la estrategia (ingenua o no) de privilegiar la rentabilidad electoral por encima de la identidad ideológica, no es otra cosa que la consecuencia inevitable de una dirigencia que poco a poco se encamina hacia la ilegitimidad en tanto que no cuenta con el apoyo de las bases obradoristas y menos cuando se rehúsa a escuchar a la militancia que rechaza respaldar en las calles a personajes completamente impresentables en muchos estados de la república.
Pero si alguien en la cúpula de MORENA cree que la molestia quedará sólo en las bases y pasará inadvertida por quien hoy porta el bastón de mando de esta nueva etapa de la 4T, está completamente equivocado. Para nadie es un secreto que Claudia Sheinbaum tiene claro el pulso político de las entidades conforme camina por los rincones del país. Además es notorio que el carácter de Sheinbaum, así como su formación y la participación activa desde la construcción de MORENA, le ha permitido identificar en qué casos existen definiciones incorrectas que a la larga significarán un costo mayor para un movimiento que no termina por encausarse hacia la institucionalidad. Por eso el mensaje es más que claro: el plan C debe ser orquestado por quienes se rigen bajo los principios y no por el estricto sesgo electorero que te da para ganar una encuesta, pero no para ganar una elección como se verá reflejado en los comicios de junio. Así que todos aquellos chapulines que ven en esta jornada un día de campo y ya se celebran con un cargo público, poco margen de maniobra tendrán mientras la rienda del movimiento la sostengan la doctora.
En las definiciones de MORENA nuevamente se abrió la puerta a personajes tan cuestionables como en los casos anteriores, llámese Lily Téllez y/o Germán Martínez, que resultan ofensivos para el militante de a pie, pero en esta ocasión se volaron la barda, hasta pareciera que el verdadero opositor al movimiento se encuentra en casa y no en el frente opositor que nomás no levanta en las preferencias electorales. Sin embargo, todo parece indicar que en las reuniones a puerta cerrada, Claudia Sheinbaum ha dejado clara su postura de no convalidar a ningún candidato que pretenda jugar a dos bandas, para ella lo primordial es defender el proyecto y no reparará en lo absoluto en señalar a quien pretenda servir a otros intereses y menos a quienes se identifica plenamente por sus antecedentes.
MORENA tiene frente a sí muchos retos como partido, uno de ellos es la necesaria reestructuración que no puede esperar más aunque hoy resulte inevitable transitar por los comicios de junio. Por supuesto que sobrarán los que quieran dar más importancia a lo cuantitativo que en este caso se reduce al número de cargos obtenidos, pero la valoración debe ir más allá, a veces se gana perdiendo y en otras ocasiones se pierde ganando. Sheinbaum va a ganar la presidencia de la república y su triunfo también significará una nueva etapa para el morenismo en la que se cerrará la puerta a los chapulines cuyo futuro, no se vislumbra como envidiable en lo absoluto. No sólo se trata de la aspiración de los militantes, sino de un acto de justicia para todos aquellos que ofrendan sus fuerzas al movimiento más importante de las últimas décadas.
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