Era muy interesante haber vivido en el periodo neoliberal, en ocasiones se nos olvida que en este periodo se realizaron modificaciones en los programas de estudio para eliminar las materias vinculadas con el humanismo, tales como: la filosofía, la ética, la lógica y el civismo. Algunas asignaturas como la historia, se impartían como una mera retacería, sin sentido ni coherencia. Era difícil ubicar en el tiempo a los personajes más emblemáticos, sus logros y sus victorias, se enfocaban más en los festivales sin sentido, en reproducir en la educación básica las efemérides, año con año, sin realmente saber por qué o el para qué. Teníamos una historia sin pasado ni gloria. Esa como ninguna otra materia era repudiada por los chicos y los jóvenes, se consideraba aburrida, tediosa y mucho tenía que ver con el hecho de que no tenía ningún sentido ni ningún propósito su enseñanza.
Hoy han cambiado en mucho las cosas, cada mañanera es una catedra de AMLO para el mundo, nos enseña de historia, economía, política y del humanismo mexicano como modelo de progreso para nuestro país. Por primera vez para un “hijo de la crisis” como yo (nacido a principios de los años ochenta), la historia tiene sentido y tiene una razón de ser. Por primera vez veo con claridad la importancia que tiene la historia como materia para todo ciudadano informado sobre el pasado de nuestro México, un país con una riqueza intelectual y cultural que como mexicanos a veces lo ignorábamos. Veía incluso que quienes tenían un mayor grado de estudios, no le encontrábamos sentido a la historia ni mucho menos a la historia económica, parecía que nos hubieran quitado el alma, nuestra esencia, nuestra naturaleza, nuestro propio criterio, nuestra filosofía.
Cuando se habló de “el fin de la historia” (popularizado por el politólogo de Harvard, Francis Fukuyama) sin duda se hablaba de borrar o en el peor de los casos manipular la historia para engrandecer a unos y empequeñecer a otros, para enaltecer algunas etapas o situaciones y darle poca importancia a algunos eventos importantes que debieran marcar nuestra identidad, nuestro pasado. Es así como se hacía del capitalismo el sistema imperante a nivel global por sobre todo tipo de sistema de producción alternativo.
En México, en el periodo neoliberal, era común ver en los libros de texto como se hacía de los “conquistados” unos barbaros, ignorantes, hombres y mujeres sin alma, que en ocasiones adquirían una categoría poco menos que la de un animal o un objeto, sin valor, sin conciencia, aptos en plenitud para el esclavismo; mientras que del lado de los “conquistadores”, a estos se les veía como los hombres fuertes, barbados, varoniles, hombres blancos, pulcros y a caballo, inteligentes, con armaduras brillantes, cultos hombres de letras, iluminados por la gracia divina con todos los permisos de Dios para esparcir por todo el mundo su maldad y su avaricia, grandes navegantes y estrategas, valientes mártires que lo único que buscaban en la “Nueva España”, era simplemente convertir nuestra condición de bestias a humanos.
Sin una base de humanismo en nuestras escuelas, era fácil perdernos en el abismo del tiempo futuro y rendirle un culto especial a la tecnología y la innovación, caer en la trampa de a todo llamarle “moderno” y aplaudir en las aulas de clase la llegada de la supuesta “globalización”. Nos quitaron el alma y la razón de ser, y en nuestra historia colocaron la imagen de México como un país de conquista, un país perdedor, lleno de gente floja, integrante del supuesto “tercer mundo”, lleno de gente alcohólica, de “indios pata rajada” que eran holgazanes, un país “subdesarrollado”; recuerdo que el símbolo característico de México en el exterior era un nopal o un borracho desalineado, se pensaba que un mexicano era un “Cantinflas” o un “Chapulín Colorado”, un personaje débil, torpe, sin elocuencia ni coherencia en su actuar, que no sabe de dónde viene ni a donde va, que nunca cumple lo que promete y que lo único que hace o logra es por mera suerte, sin tener el control de nada, ni de su propio ser, ni de su propia existencia.
La imagen del mundo para con el mexicano era compasiva, a las mujeres “las marías” y a los hombres los “hijos de la chingada”, frutos de una violación, de una imposición cultural, física e ideológica. No en pocas ocasiones, salir de México y referirse a este país en el extranjero era lidiar con la imagen del extranjero de un indígena con ropa de manta, despeinado, machista y parrandero, con una barba espinosa y bigotes a medio salir, tapado con un zarape y un enorme sombrero que le cubría la cara, una cara de vergüenza, tímido y sudoroso, sentado o en cuclillas, sin esperanza ni futuro.
Por eso es que digo: ¡Malditos los tiempos en que se pensaba esto de México y del mexicano, y malditos aquellos que lo permitieron!
En más de una ocasión el presidente AMLO ha recalcado la idea de que México es una gran potencia, una gran nación y que por muchos años esta gran civilización llena de cultura estuvo sometida, no sólo por naciones mezquinas, sino por gobernantes vende patrias y antinacionalistas, peleles manipulables y serviles al poder extranjero. No fue hasta que llegó AMLO que se le dio a México un lugar privilegiado en el concierto de las naciones, un verdadero respeto que va más allá de las reuniones diplomáticas, un aprecio y valor genuino a su gente, a su pueblo, a sus migrantes, por toda la grandeza que lo acompaña de miles de años, muchos años antes de que aparecieran por error los españoles avariciosos, usureros, mercenarios y de mal corazón.
Hoy las relaciones con los demás países y sobretodo con los Estados Unidos han sido de manera digna y respetuosa, en equilibrio, sin que, como en otros gobiernos y gobernantes deplorables (como con cualquiera del PRI o del PAN), trabajaran al contentillo o para “quedar bien” con los dueños del poder internacional. Con AMLO se deja de lado la idea de que a los presidentes de México se les viera como los “gerentes” de su sucursal, a México se le dejó de ver como “el patio trasero” de los Estados Unidos. Resultaría increíble hace algunos años hablar de una moneda fortalecida como el súper peso que no se devaluara año con año frente al dólar, o de hablar de cifras históricas en el envío de remesas y de Inversión Extranjera Directa (IED).
Hasta hace unas décadas resultaría inimaginable pensar que ciudadanos norteamericanos vieran a México como un mejor lugar para vivir y no sólo como un lugar turístico de veraneo, ahora no resulta extraño, sobre todo teniendo un país como Estados Unidos, repudiado por muchos por su intervencionismo, odiado por otros tantos por sus numerosos golpes de estado orquestados por sus organismos multilaterales, y sumado a ello, un “imperio” que se desmorona por dentro por “la otra pandemia”, la del consumo de drogas y del fentanilo. Jamás habría pensado que la balanza de la historia se inclinara a favor de México, haciéndole justicia como una gran nación de civilizaciones milenarias.
Las clases de historia que nos regala día con día AMLO nos pone al día de lo que fue y de lo que ha sido nuestro pasado. Sabemos ahora que fue el conservadurismo quien asesinó a todos nuestros próceres y héroes nacionales, con ayuda o bajo conspiración coludida con el extranjero. El conservadurismo siempre ha sido antipatriótico y antinacionalista, nos lo dice la historia. Hoy sabemos que Miguel Hidalgo y Costilla murió por proclamar la libertad y erradicar la esclavitud, hoy nos sentimos orgullosos de Morelos por pensar un México con igualdad; hoy sabemos que Juárez fue un presidente humilde y justo, que velo por los intereses de la nación separando al Estado del clero con la máxima de “a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”. Hoy le rendimos tributo a Madero por su valentía y a Zapata, Villa y los Flores Magón por nunca claudicar en sus ideales de libertad y de justicia. AMLO se ha encargado de recordarnos la hazaña del General Lázaro Cárdenas del Rio y de Adolfo López Mateos por expropiar el petróleo y la energía eléctrica.
Son muchos los episodios de la historia y los personajes que han vestido de gloria nuestro pasado, un pasado latente y más vivo que nunca, que nos forma como mexicanos y forma parte de nuestra cultura, de nuestra esencia como una gran nación. Todas las naciones los tienen, sus héroes y heroínas que han luchado y pagado hasta con la vida por un futuro mejor, todos ellos y ellas han peleado contra el conservadurismo y por devolverle al pueblo sus propiedades, sus tierras, su dignidad. En todas partes del mundo, con sus matices, la lucha entre la avaricia y la justicia, los liberales y los conservadores, los aliados del poder y los oprimidos, el pueblo y la oligarquía, siempre esa dualidad ha permanecido, y es en esa dualidad en la que el presidente AMLO ha dicho “fuera mascaras”, “es momento de definiciones”.
Hoy como en muchas otras naciones se gestan elecciones y quizás alguien pudiera preguntarse, sobre todo los jóvenes, cuál es la mejor elección, a quién votar, quién me podría asegurar un mejor futuro, con dignidad y justicia. Pues bien, AMLO también en eso nos ha dado una buena guía, tres elementos que el votante debe considerar al momento de elegir a sus gobernantes, sean del nivel que sean. Estos tres elementos son: 1) el candidato o candidata,2) la propuesta, y finalmente, 3) el partido.
A mí me queda claro que en México hay dos proyectos de nación que se están disputando, uno para darle continuidad a la cuarta transformación de México y otro que lucha por el conservadurismo y volver al pasado de injusticias que se vivió en México, por tanto, tenemos dos proyectos de país, uno democrático cargado de humanismo mexicano y que asegura la continuidad transexenal del proyecto de nación que desdibujó AMLO en más de 50 años de trayectoria política y lucha social y otro proyecto, el de siempre y más vulgar, compuesto por los artífices del neoliberalismo y dirigido por quienes se beneficiaron de ese periodo de oscuridad. Ambos proyectos encabezados por dos mujeres que en lo único que se asemejan es en el género, porque en todo lo demás, difieren considerablemente, son como el agua y el aceite, una original y genuina, la otra arcaica y superficial.
Si hacemos caso de las enseñanzas de AMLO y miramos el candidato o la candidata, es claro que Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez difieren en su origen y trayectoria. Claudia emanada de la lucha social, específicamente de la lucha por los derechos y el acceso a la educación gratuita como uno de los dirigentes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), cuando se pensaba en cobrar cuotas y privatizar la educación en México, Claudia siempre lucho por ideales de justicia, democráticos y en favor de los estudiantes universitarios de la UNAM. Por su parte, Xóchitl Gálvez una supuesta “empresaria” que sale de la nada y se vuelve millonaria “vendiendo gelatinas”, inmiscuida en proyectos inmobiliarios “chuecos” en los que ella participó directamente con su empresa o indirectamente como funcionaria pública.
Una estudiante, académica, profesora investigadora de la UNAM, institución de la que ambas egresan, sólo que Claudia con el máximo grado de estudios, con nivel de Doctorado en Ciencias compartido con la Universidad de Berkeley (universidad donde también estudio Francisco I. Madero). Una académica renombrada, de padres científicos, y otra una supuesta “empresaria exitosa”, con propiedades de millones de pesos casualmente vinculadas con las empresas inmobiliarias a las que le otorgó contratos. En ambos casos fueron alcaldesas en la Ciudad de México (CDMX), Claudia en la Alcaldía de Tlalpan y Xóchitl en la Alcaldía Miguel Hidalgo. Xóchitl trabajaría en la administración de Fox y Claudia como Secretaria del Medio Ambiente en el Distrito Federal (DF) con AMLO.
Así mientras Xóchitl era Senadora, Claudia Sheinbaum gobernó la Ciudad de México con resultados excepcionales en materia de seguridad, movilidad y bienestar social. Esta última fundadora y creadora intelectual junto con AMLO de los fundamentos de MORENA, ha visto desde su creación a este movimiento y lo ha apoyado desde sus bases, siempre de la mano con el presidente y sin titubeos en sus principios y convicciones de que se garanticen en México los derechos fundamentales y que lo que el conservadurismo veía como mercancías (la salud, la educación, el medio ambiente, la cultura, el agua, etc., ) se establezcan y se garanticen como derechos para todas y todos los mexicanos.
Aquí ya pasamos a la propuesta, la propuesta va estrechamente relacionada con el candidato (a) en el sentido de resultar coherente con lo que el candidato es y representa. Claudia representa los sentimientos y la filosofía de la cuarta transformación}; mientras que Xóchitl representa los intereses oligárquicos de la coalición electoral Fuerza y Corazón por México que reúne a lo peor del PRIAN y el PRD-MC. Xóchitl lucha por los privilegios de los conservadores, de los más ricos del país y de gente muy poderosa que ha gobernado en México y que se han hecho multimillonarios, muchos de estos ya expuestos cínicamente en su video de Periscope en la fiesta de cumple años del “Jefe Diego” donde asistieron la crema y nata de la corrupción en México y los artífices del modelo neoliberal.
Claudia no sólo propone darle continuidad a la agenda de AMLO, sino fortalecer las magnas obras, ampliar los mega proyectos y programas sociales y realizar las reformas correspondientes al poder judicial, también ofrece la gratuidad en la educación, un mayor apoyo a las mujeres tanto económico como en materia de seguridad, así como la ampliación y fortalecimiento de las vías férreas de carga y de pasajeros en México, un programa amplio de movilidad, cuidado del medio ambiente y el impulso a la ciencia. Por su parte, Xóchitl más allá de una propuesta, su lucha se basa en bots, mentiras, calumnias y desinformación, con falsas promesas que firma hasta con sangre y frente a un notario, tal como lo haría Peña Nieto en su momento, apoyada por todos los medios como el “producto chatarra” que es, en plataformas y redes sociales, con mucho dinero de por medio, “inflándola” de forma artificial a la manera de Javier Milei en Argentina o de Daniel Novoa en Ecuador, ambos farsantes oportunistas con intereses probados a favor de la élite y no del pueblo.
Es fácil ver cómo existe una correspondencia entre candidato-propuesta-partido, este último es la bandera que los cobija, lo que les da sustento y apoyo, es la fuerza que los impulsa políticamente, es la cara y el color que los publicita y difunde ante la sociedad. El partido juega un papel fundamental a la hora de elegir un presidente, el partido es origen y destino, es lo que le da vida y avala al candidato, no puede haber un “buen candidato” con una “mala propuesta”, o un “buen candidato” con un “mal partido”, estas excepciones e incongruencias ocurren cuando no se tiene bien definido qué es lo que eres, qué propones y de dónde vienes, es decir, cuando hay una indefinición política.
Es por ello que de repente vemos personajes que salen de la nada y que, por su popularidad los lanzan al ruedo y con suerte ganan, pero son huecos, sin principios, y terminan siendo vulgares políticos que trabajan por dinero a favor del mejor postor, es decir, son empleados y obedecen a quienes los pusieron ahí y no a favor del pueblo. De esta manera se visten de cualquier color, amarillo, rojo, azul o naranja, sin importar lo que defiendan, hoy pueden estar a favor de los jóvenes y mañana mandar a desaparecerlos. Este tipo de personajes pululan en campaña (por eso es muy importante abrir los ojos e identificarlos), no tienen vergüenza ni decoro y su cinismo raya en la estupidez. Pueden ser “guapos”, chistosos o hasta carismáticos, pero eso no les quita lo miserable de aprovecharse de una imagen popular para obtener un puesto político a favor del poder.
Dichos personajes son utilizados y utilizan a los partidos políticos para saciar su avaricia y su corriente aspiración y para ello crean agendas y propuestas al vapor y llegan al poder a “aprender”, más allá de tener un proyecto de gobierno, que, para el caso de la presidencia, requiere de una visión de nación firme y clara como lo propuesto por Claudia Sheinbaum del partido de MORENA en la coalición electoral Sigamos Haciendo Historia.
Es esta la lección la que dejamos en este escrito, mirar bien el candidato, la propuesta y el partido, analizar su honestidad y su congruencia con la sociedad, su amor por el pueblo. No habrá un segundo AMLO, pero si quien se acerque a él en pensamiento y obra, hoy AMLO se presenta como un referente de lo que de ahora en adelante se merece el pueblo de México, no menos, él nos enseñó el camino y por ese camino México y su pueblo debe de transitar. AMLO ya dejo un faro de luz, desbrozo el camino, sentó las bases y sabemos lo que debemos hacer de aquí en adelante, el segundo piso de la cuarta transformación tal como lo propone Claudia Sheinbaum.
En México es difícil de que ocurra, pero la historia nos ha dado tantas lecciones de que esta fórmula de candidato-propuesta-partido puede fallar, hay muchos zorros con piel de oveja, pero puede ayudar las lecciones de nuestro querido presidente, sobre todo a los jóvenes a elegir un buen presidente y con ello un mejor país. Hoy los jóvenes transitan por la Era de la Mentira y por eso deben ser muy cuidadosos y no caer en las redes de la desinformación, esforzarse más por conocer su historia y no empeñar su futuro con su voto por promesas falsas que nunca llegarán como en el caso de Argentina con Javier Milei y otros tantos que se dicen leones y terminan siendo simples gatos del poder.
¡Viva AMLO, Viva Claudia y Viva la Cuarta Transformación!
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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