Tengo recuerdos muy vívidos de una etapa de mi juventud en la que estuve comprometido con la lucha sindical independiente. En 1982 trabajaba para Mexicana de Aviación. Tenía compañeras y compañeros cuyas familias eran verdaderamente privilegiadas. Era muy fácil comprender su ideología y su pensamiento reaccionario y su poca conciencia de clase. Había otros con una mayor conciencia y de origen menos “aristocrático y privilegiado”. En esos tiempos era menos frecuente encontrar jóvenes bilingües, en su mayoría tendrían, como yo, que venir de la educación privada y católica, lo que podría garantizar una ideología más cercana a los intereses patronales. Sin embargo, había más personas conscientes que aquellos que se dejaban llevar por la corriente.
Me tocó ser representante sindical al Comité de Huelga en ese año y la huelga estalló para detener varias situaciones, entre las que puedo mencionar el desfalco que provocaba la dirección de Enrique Loaeza Tovar (q. e. p. d.), los traspasos de recursos y pasajeros de Mexicana a su competidora Aeroméxico, las constantes violaciones al Contrato Colectivo de Trabajo, a la Ley Federal del Trabajo y los abusos contra trabajadoras y trabajadores por parte de algunos elementos del personal de confianza.
En aquel año, aprendí en la práctica, las formas de violencia que son sello del inicio de la obscura etapa neoliberal-neoporfirista y desde entonces, en esa trinchera sindical las combatí, aún cuando eso significó quedar marcado para el resto de mi vida dentro de aquella empresa. Recuerdo lo que muchos decían y repetían, “la resistencia al cambio no es sana” y tarabillas como esa. Mi argumento siempre fue que lo que llamaban “el cambio”, no era sino un retroceso hacia la violencia porfiriana de principios del siglo XX.
La ideología que los neoliberales sembraron en la mente de muchos jóvenes en los 80’s y 90’s versa sobre el individualismo; para ellos los sindicatos eran un estorbo para el crecimiento de las empresas y no la única posibilidad de quienes trabajan en ellas de recuperar un poco de lo mucho que les es arrebatado por ellas mismas. Lo peor llegó cuando el mismo Estado, que era quien debía obligar a la aplicación de las leyes y proteger a la gente contra la injusticia y la violencia hacía exactamente lo contrario y más, porque propiciaba que esas condiciones de vileza y violencia se reprodujeran con fruición en cada sector de la economía y de la educación, generando ciudadanos de segunda y de tercera, conculcando los derechos que consagraban las leyes y la justicia, modificando después, la legislación para acomodarla a sus deseos y necesidades.
“No te resistas al cambio”, espetó alguna vez un subalterno del subdirector en turno, cuando yo ya era representante sindical en el Comité Ejecutivo Nacional. Después supe que este individuo era miembro activo del PRI. A su frase respondí, el único cambio que se requiere es el que propone el camino de la democracia popular, no el de los fascistas que se dicen neoliberales y admiran a Porfirio Díaz.
Siempre supe que eran muchos, más de los que mis correligionarios se imaginaban, porque yo los había visto y los había oído entre aquella élite privilegiada de las personas bilingües en aquellos años.
Siendo maestro en instituciones privadas, me encontré con que esa ideología cada vez crecía más y, como era lógico en la concepción de quien si cree en Cristo y en el precepto fundamental que dice “Amaos los unos a los otros”, tenía que combatirla practicando lo más posible ese mandato. Incluso cuando trabajé en una institución dirigida por los Legionarios de Cristo, donde pocos viven por esos principios y la mayoría solo buscan manipular las mentes de quienes apenas se están formando a través de la religión. Espero haber incidido en algunos.
La derecha fascistoide mexicana, representada por la tal Xóchitl Gálvez, como títere de una porción importante de los dueños del dinero en México, hoy acusa que nuestro país se encamina al comunismo. Estoy convencido de que no tienen idea de lo que es eso. Espetan que se pretende eliminar la propiedad privada y no han entendido que el régimen previo al comunismo es el socialismo y que elimina la propiedad privada de los medios de producción, pero nada más y por ende socializa la riqueza generada por el trabajo. No entienden que el La Nueva Humanidad que propone el socialismo es solidaria, pacifista, respetuosa de cada identidad y del medio ambiente.
El neoporfirismo privilegia al individuo sobre la colectividad, la ganancia sobre los derechos, la utilidad privada sobre la generación de riqueza compartida, la respuesta violenta por encima de la conquista de la paz por la vía del bien común, la guerra sobre la paz (o pregúntenle a Calderón, a Fox, a Peña y a Gálvez si no), el odio sobre el amor.
La ideología que enarbola la derecha mexicana, justifica a la violencia y a la corrupción; es la ideología de la “ganancia” por encima de cualquier otra consideración y su único objetivo es ese, sin importar los medios ni las formas para lograrlo, por eso están asociados de manera ideológica, política y social con todas las formas de criminalidad y violencia que padecemos. Son ellos y su pensamiento fascista los que propiciaron el crecimiento de los grupos delincuenciales. Por eso los enaltecen en sus series televisivas, por eso hacen apología de ellos en cada noticiero televisivo, radiofónico y en cada periódico. Ellos los reproducen porque les reporta grandes ganancias.
A Xóchitl, a sus patrones y a sus seguidores, les cuesta trabajo aceptar que el país está creciendo, que la inversión pública está rindiendo frutos, que la inversión nacional y extranjera no especulativa crece a más que nunca en nuestra historia y que su efecto en el empleo, el consumo y la reducción de la pobreza extrema ya son visibles. No se trata de una economía socialista, vivimos en un país capitalista que pretende humanizar al sistema. No sé hasta dónde va a alcanzar, porque sigue habiendo una deuda importante con las trabajadoras y trabajadores.
La fortaleza y convicción que el Jefe del Estado Mexicano, Andrés Manuel López Obrador ha mostrado para enfrentar los intentos intervencionistas de las agencias del gobierno de los Estados Unidos, son muestra de que la fortaleza que da el apoyo de más del 70% de la gente y la estrategia empleada por la Presidencia de la República generan el respeto irrestricto que merece México. Ese respeto debe continuar durante el próximo gobierno, que seguramente será de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo y no de la ridícula botarga de dinosaurio.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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