Los programas sociales no los inventó la 4T, tienen una larga vida desde los regímenes anteriores; sin embargo, se habla de ellos como parte de la carencia de consignas para una oposición que percibe su existencia desde su muy particular interpretación.
El comentario más facilón y superficial radica en la afirmación de que los mexicanos votan por Morena por temor a que les quiten los programas sociales. Quienes reciben este tipo de derechos, que no de apoyos, saben, porque se les informó desde todas las tribunas oficiales y oficialistas que los programas nadie se los puede quitar. Se elevó a la categoría constitucional, de tal suerte que gobierne quien gobierne no pueden arrebatarle los beneficios del bienestar que el gobernó tiene por obligación otorgar.
Durante los regímenes anteriores el chantaje a través de los programas sociales representaba una presión para votar a favor del PAN o del PRI. Ahora, la ciudadanía que recibe estos recursos ha sido informada por folletos, donde se les aclara que nadie, ni López Obrador ni morena, puede quitárselos.
Los ciudadanos que reciben los beneficios de los programas sociales han dejado la ignorancia que les hundía en la zozobra. Saben que nadie les puede quitar el recurso, gane quien gane. Pero una parte de la sociedad, desinformada y con la intención de desinformar, asegura que la intención del voto favorece a Morena por los programas sociales, lo que es peor, por el miedo a que les quiten los programas sociales.
La oposición, como es su costumbre, crea dudas mayores y afirma que el gobierno culpa a sus candidatos de tener entre sus objetivos quitar los beneficios sociales a los mexicanos. Los legisladores de la derecha negaron su voto a la aprobación de dichos programas, posteriormente los descalificaron, luego los cuestionaron, los vieron como un imposible, les negaron eficacia, los criticaron por crear vagos, y holgazanes.
Den su delirio por el pasado no sólo consideran la posibilidad de que regrese el Seguro Popular que era una burla para los mexicanos sino que involucraron la promesa absurda de regresar el sueldo vitalicio a los expresidentes. Es decir, para ellos son más importantes los expresidentes que la mayoría de la gente, pronto se dieron cuenta que los expresidentes no votan sólo hablan, y cambiaron de opinión.
Los programas sociales son un derecho consagrado en la Constitución, nada tiene que ver ni con los que gobiernan ni con las preferencias partidistas de los beneficiarios. Se dice en todos los rincones done el beneficio es otorgado. No es lógico que todavía una clase media poco informada y peor ilustrada insista en la fragilidad de los derechos de los mexicanos, que así haya si la costumbre del pasado no significa que se siga teniendo leyes vulnerables ni decisiones populares frágiles.
Los lineamientos de igualdad entre la población no debilitan las leyes, instaurada en este sexenio, las fortalecen. Aunque haya quienes se nieguen a aceptar que todos somos iguales, sobre todo ante las leyes, la legislación se vuelve más sólida en cuanto se debate sobre sus reformas, incluso cuando se cuestionan sus cambios.
Los programas sociales no sólo son parte de los derechos de los mexicanos sino el vehículo de conciencia que su percepción de la política obtiene; es información obligada sobre el rumbo de la política y el estado de la economía.
Nadie de quienes reciben los beneficios de los programas sociales teme, en este momento que les vayan a arrebatar ese derecho. Sólo existe en la mente de quienes, desde la comodidad que implica no necesitarlos pero sí los reciben, una duda mal intencionada sobre lo que es derecho, sociedad y la fuerza de una población que despertó. Despertó en la oscuridad de la noche más oscura de la historia, pero despertó.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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