Esta semana se está celebrando el XVII Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) organizado por el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), en la Ciudad de Villahermosa, Tabasco. Se reúnen muchos académicos de todo el país para compartir tanto su sapiencia, como estudiantes de posgrado que presentan sus avances de investigación en materia educativa. Las convocatorias comenzaron desde el primer trimestre del año y se inicia el proceso con la postulación de los trabajos. El evento se organiza cada dos años y desde el año 2017 había participado en todos.
En esta ocasión mi propuesta fue aceptada, pero al ver el costo de la inscripción al evento, la verdad preferí no asistir. Durante los últimos tres congresos mi participación fue bajo la condición de estudiante y el costo por asistencia fue de $1,000 pesos con acceso a las conferencias magistrales, a las ponencias sin restricción y la constancia de participación. Como ya no cuento con la venia de ser parte de un posgrado, ahora me pidieron $2,500 pesos por mi inscripción anticipada, con descuento hasta el mes de septiembre y de $2,800 pesos hasta principios de noviembre. Realmente era complicado pagar tal cantidad más el transporte y todo lo que implica estar en Villahermosa del 4 al 8 de diciembre.
La verdad soy una persona que disfruta ese tipo de eventos, asisto todos los días al congreso, desde las ocho de la mañana y algunas veces hasta las ocho de la noche. Me encanta ver los trabajos de los profesores y estudiantes, las conferencias magistrales y seleccionar por anticipado las ponencias de interés para mis investigaciones. Son pocas las ocasiones que tengo para disfrutar de los lugares en donde se organiza el evento. Porque el objetivo es escuchar a colegas de toda la república y los avances en materia educativa, política educativa, procesos pedagógicos y todo lo relacionado con esto.
Lamento no haber ido, pero pasar por tanto y el desgaste de dinero, estrés para ir y regresar, trabajar en la preparación de otros pendientes mientras estás fuera, la presentación de tu trabajo, tratar de participar en los eventos es muy fuerte. El criterio que definió el no asistir fue el económico, principalmente. Una colega de la Universidad de Burgos, España me comentaba que tiene la misma idea sobre los eventos académicos. La última vez que hablamos compartimos la idea de evitar gastar tanto ya no para estar a la vanguardia del conocimiento, sino para tratar de asimilar un poco de la amplia cantidad de propuestas que hay concentrada en una semana de desgastante trabajo. Uno sale con dolor de cabeza cada día y el retorno es agotador. Ella es Doctora en Educación por la Universidad de Salamanca y trabaja como profesora en la Universidad de Burgos. Debido a los vínculos que he hecho con ella, también me invitan a eventos académicos en España.
Lo que discutimos sobre el tema de los congresos, en concreto, fue que las constancias de participación a estos eventos se cobran muy caras. La última convocatoria para participar en España me cobraba 150 euros por inscripción, más de $2,700 pesos mexicanos al día de hoy. La producción científica y publicaciones de esos eventos son patrocinadas prácticamente por los participantes. Lo cual no implica que haga falta revisión o los trabajos tengan mala calidad, ya que tienen grupos de personas que revisan las propuestas, sino que los ponentes invertimos bastante en cultivar nuestro currículum.
Lo que me decía mi colega española es que ella tampoco asiste a todos los congresos que la invitan. Selecciona máximo uno al año, para evitar el desfalco económico, que para todos es una cuestión primordial. Pero uno se pregunta si las organizaciones como el COMIE, una asociación civil tan consolidada, tenga que solicitar tanto dinero, sobre todo cuando cobra una membresía anual a sus miembros ordinarios. Claro, a ellos también se les hace un descuento en la inscripción al congreso. Lo mismo sucede con universidades españolas o chilenas, de donde he tenido invitaciones académicas que rondan el costo equivalente. Instituciones públicas o privadas nos obligan a comprar caras las constancias que, además, tienen detrás procesos largos de investigación, lecturas, organización de información, en muchas ocasiones trabajo de campo, participación de actores múltiples. Cada papel juega en nuestro currículum como experiencia académica y es muy importante, pero han costado más de dos mil quinientos pesos.
Este año, es la primera vez que falto al congreso del COMIE, pero eso no me quita la posibilidad de reflexionar alrededor del suceso; al contrario, me hace cuestionar la calidad de los trabajos que presentamos, la pena o no, que vale presenciar un evento tan masivo y concordar con otros colegas sobre el grado de banalidad que podemos vivir en estos procesos. Quizá suene sólo a queja, pero el asunto es más complejo y serio que negarse a entrar al juego de las instituciones que obtienen una ganancia organizando estas congregaciones.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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