Es el 11 de diciembre de 1996. Mi amigo Ricardo y yo nos dirigimos entusiasmados al estadio Neza 86. En nuestras cabezas resuenan las narraciones y las imágenes de los goles que Mohamed, el ‘Pony’ Ruiz, Arangio y Nildelson de Melo le propinaron al Atlante. Fue un contundente marcador global de 9 a 2, que inició con una goleada de 4 a 0 en el Neza y otra de 5 a 2 en el Azteca, donde incluso el rudimentario ‘Piojo’ Herrera metió su gol sobre el final del juego, sin miramientos hacia su ex equipo. El Atlante venía de ser superlíder y contaba con Zague, Campos y el rumano mundialista Belodedici. Pero ni la nómina inflada por Televisa ni la cargada en la prensa nacional fueron de ayuda para contrarrestar al inusitado Toros Neza.
Ese trayecto en chimeco -el nombre ancestral de unos desvencijados autobuses que recorren cual glóbulos verdes el accidentado sistema circulatorio de Neza- es en sí mismo una ruta iniciática que pocos crédulos hemos transitado. Han pasado dos décadas desde la última vez que hubo un equipo en primera división representando al municipio. El mítico Coyotes Neza no logró el suficiente arraigo y no conocemos a nadie que a día de hoy ostente sus colores. La generalidad de aficionados al fútbol en Neza ha preferido ir a la segura y adherirse a las ya nutridas huestes que apoyan a los equipos tradicionales, aquellos que en sus escudos tienen estrellas que acreditan campeonatos disputados entre a penas cuatro clubes. No dudo que algunas de ellas certifiquen temporadas en las que el torneo se haya declarado desierto por falta de rivales. Así pues, resulta que la afición local prefiere torcer por Pumas, Cruz Azul, América o Guadalajara; simplemente por simpatía. Qué originales.
Nosotros pensamos diferente. Tenemos 11 años y hemos sido sumamente influenciables ante el entusiasmo de mi hermano y mi primo, quienes comenzaron a seguir con atención al equipo desde hace tres años, incluso cuando tuvo que jugar una temporada en Pachuca. De hecho, hace dos años que llegó Antonio Mohamed y se convirtió rápidamente en un líder y en un símbolo. Un jugador argentino que no logró colocarse en Italia, que venía de grandes glorias con Huracán y de otorgar exquisitos recitales futboleros en la bombonera con el último Maradona de Boca.
Mohamed es indisciplinado, descarado, bromista y leal. De complexión robusta para los estándares del fútbol profesional y al mismo tiempo una muy respetable velocidad, potencia física, visión de campo y toque preciso. Juraría que, ‘el gordo’, como solo a los más allegados les permite llamarlo, tiene calzado un GPS más que un taco en la derecha. En fin, que de no ser por el acento y el fenotipo, cumpliría con las características del ‘pambolero’ pícaro propio de cualquier entorno suburbano.
En temporada regular, Toros Neza suele jugar los domingos a las 3:00pm, pero sus partidos son transmitidos por TV Azteca con una hora de diferencia, a las 4:00. Nosotros hemos hecho de cascarear justo a las 3:00 una tradición, porque mientras libramos nuestras propias batallas sorteando rampas y guarniciones con el balón en los pies para enfilarnos por en medio de la calle hacia el glorioso umbral del gol constituido por dos impávidos tabiques, suena en la estación Publieventos Deportivos -sintonizada por el oportuno dueño del puesto de raspados a pie de banqueta- la transmisión en directo del partido de Toros Neza, en la voz de un mítico César Santiesteban, que lleva las moléculas de nuestros cuerpos a un estado de total reposo cuando escuchamos sus prolongados gritos de gol, siempre abundantes, y en los que se regodea para hacer vibrar a quienes estamos ávidos de emociones fuertes.
La personalidad de Mohamed permea al resto del equipo, que igualmente tiene fama de no seguir la dieta recomendada, irse de juerga y estar siempre compitiendo por los premios en metálico que Juan Antonio Hernández, excéntrico dueño del equipo, otorga sobre resultados. Toros Neza golea y es goleado casi con la misma frecuencia. A veces protagoniza episodios de indisciplina y hasta peleas. Pero también se destaca por innovar en imagen, pues la temporada pasada todos se raparon en apoyo al técnico Jorge ‘Coco’ Gómez ante una racha de derrotas para que no lo cesaran; incluso a Mohamed no le importó cortarse la rebelde coleta con que llegó partiendo plaza a México. Para los cuartos de final de esta liguilla aparecieron todos con el cabello teñido, algunos de rubio o rojo, otros de verde y otros de plata. Cuentan los insiders que el brasileño ‘Tiba’, armador del Atlante, se impresionó ante esa visión en el juego de ida, hace una semana, y el terror de ver a los brujos selváticos de cabello multicolor, temidos en las leyendas de su natal Bahía; lo orilló a jugar peor que nunca.
Llegamos al estadio, pagamos nuestra entrada a 40 pesos en la sección de cabecera sur y nos sentamos confiados en que veremos otra feria de goles que el rival se ha de llevar a casa desmotivado para rematarlo allá. Pero este Santos de Adomaitis, Galindo y Borgetti es más de lo que esperábamos. Los Toros no son ni la sombra de lo que fueron en la serie pasada. ¿Será que tanto asado de tira y tinto por cuenta del ‘Turco’ Mohamed para festejar la goleada hicieron mella en el rendimiento? Nos comemos un 2 a 0 que sabe sumamente amargo. Mudos y solemnes, con la ilusión momentáneamente hecha pedazos, abandonamos el estadio en reflexivo silencio. Luego cometemos la imprudencia de comprar unos chicharrones para paliar el hambre, y resulta que ya no nos alcanza para el pasaje de vuelta.
Pues bien, no importa. Fuimos a ver a Toros Neza y eso, más allá del resultado, era nuestro objetivo. Ya se respiran las vacaciones en el ambiente. El sol otoñal, casi invernal, que ya de por sí alumbraba tímidamente el estadio, va decayendo poco a poco mientras recorremos todas esas calles en que ya se congregan varios vecinos para cantarle las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe; una devoción distinta a la nuestra, pero igual de intensa. En dos diferentes cuadras nos regalan ponche y en una de ellas dos tamales decepcionantemente flacos que, pese a ello, logran renovar nuestras infantiles fuerzas.
Llegamos a nuestra calle cansados, extrañamente contentos, y ya a oscuras bajo el brillo de las luces decembrinas que desde estos días decoran muchas casas. Cada quien se va a la suya, con sus propias quimeras, con sus propias imágenes que atesorar.
El domingo 15, Santos despacha a Toros Neza con un más honroso 3 a 2 en el estadio Corona en medio de una tormenta de polvo muy coahuilense, y así se consuma la eliminación. Pero eso solo lo veo de reojo mientras compramos el musgo para el nacimiento en el mercado. Pasamos de una intensa ilusión infantil a otra con toda naturalidad; nuestra mente ya está en las posadas. No sabemos de Acteal, Aguas Blancas ni del Fobaproa. No sabemos que en cuatro años Toros Neza descenderá y en cinco desaparecerá. No sabemos que los años han de separarnos, que iremos por caminos distintos y que intermitentemente nos juntaremos para platicar y recordar que en una lejana, fría y mágica tarde decembrina, vivimos nuestra propia cruzada en pos de sueños muy distintos a los actuales. ¿Y para qué son esos sueños si no para atesorarlos por un instante y luego dejarlos ir? Siempre son pájaros que pertenecen a otro cielo.
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