Cuando las personas, instituciones o gobiernos apoyan una posición u otra, se aceptan los riesgos que ello implica. El apoyo es un posicionamiento político en favor de algo y en contra de otra cosa. En temas controversiales, el posicionamiento debe hacerse con cuidado y matices necesarios, pero a cierto nivel esto es irrelevante, porque sólo se observa qué o a quién se apoya.
Cuando una persona apoya una causa y se posiciona en favor de ello en redes sociales, trabajo, grupos de amigos, familia, etc., asume que puede tener detractores y debe tener argumentos para contrarrestarlo; también asume que puede perder oportunidades, relaciones, dinero, etc., pero su convicción lo vale, porque cree en ello. La congruencia ante la defensa de las causas (especialmente las justas) produce un alto nivel de satisfacción, y es un factor que el dinero no puede comprar ni reemplazar: aquí es cuando los ideales cobran importancia y la vida tiene mayor sentido.
En el caso de instituciones y gobiernos, el posicionamiento tiene otra magnitud, cobra otro nivel de envergadura. Un posicionamiento institucional o gubernamental implica solidaridad con algo, pero condena o desprecio con la contraparte.
Cuando son causas justas y fundamentales, las instituciones y los gobiernos aumentan su prestigio, su credibilidad, su aceptación, su popularidad y aumenta su fuerza. Cuando son causas controversiales, el posicionamiento debe hacerse no a favor de la ley o de los poderosos, sino de la justicia, de los débiles, de los pobres, de los marginados, de los indefensos, de las víctimas. Y lo más importante de un posicionamiento político: debe haber congruencia. No se puede apoyar una causa y, acto seguido, apoyar lo contrario, porque esa contradicción mina los elementos benéficos antes mencionados: prestigio, credibilidad, aceptación, popularidad y fuerza.
¿Cuáles son los riesgos y contradicciones en que está cayendo el mundo occidental con las guerras de Rusia y Ucrania, y la de Israel y Palestina?
La sociedad está cada vez más politizada y consciente. En México, tenemos el beneplácito de tener una diversidad de voces de todos los espectros político, pero especialmente la mañanera del presidente: información de primera mano; pero también a través de medios alternativos la gente demuestra cada vez más que el monopolio de la información que solía existir, no lo hace más, porque hay tantos y tan variadas fuentes, que cualquiera puede elegir la que mejor le convenza, y en este sentido, la sociedad politizada se da cuenta cada vez más de las grandes contradicciones que existen en los relatos que intentan ser hegemónicos.
Por un lado, Rusia no debe bombardear ciudades ucranianas donde se sabe que hay terroristas y nazis, porque también puede haber civiles entre ellos; y los esbirros de Occidente justifican y defiende a capa y espada esta posición; pero, por otro lado, Israel puede bombardear hospitales, escuelas y zonas civiles donde se sabe que morirán muchos inocentes, porque puede haber terroristas entre ellos. El costo en credibilidad es alto y largo plazo puede ser irreparable, pero Occidente puede pagar un costo más caro aún: el terrorismo en ciudades europeas y norteamericanas.
Si Hamás fue capaz de superar en su propio territorio a la otrora mejor agencia de inteligencia del mundo -El Mosad- y matar en un par de horas a casi mil personas, ¿qué nos hace pensar que el mundo islámico y anti occidental no se vengará y hará daño como lo han hecho antes?, pero, tal vez, de forma más dolorosa y sofisticada que antes. No importa que Europa y Norteamérica conviertan sus ciudades y lugares claves en fortalezas militarizadas: siempre hay y habrá riesgo de causar atentar contra inocentes, y Occidente acaba de comprar boletos para ello, todo por defender el sionismo beligerante, aquel que, por cierto, solo beneficia a Estados Unidos para seguir siendo la potencia hegemónica, porque Europa se ha convertido más en un subordinado obediente y no tanto en un socio igualitario, lo que tal vez no le vale el riesgo de seguir diciendo “we stand with Israel”.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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