Durante los últimos años, sobre todo después del innegable fracaso del neoliberalismo, los comentócratas económicos, así como los políticos de países desarrollados y países en vías de desarrollo, han consagrado una atención creciente al concepto del “libertarismo” para defender la permanencia de un sistema político social que ha demostrado su enorme capacidad para empobrecer y mantener empobrecida a la mayoría de la población. El incremento de la desigualdad social y el proceso voraz de concentración de la riqueza en cada vez menos manos, constituyen una de las particularidades más características del capitalismo.
Para garantizar su necesaria supervivencia y la continuidad del continuo saqueo del grueso de la población para beneficio de unos cuantos, se vuelve necesario pasar de un capitalismo neoliberal, a un capitalismo libertario que acreciente la distancia entre los más ricos y el resto de la población e incremente los privilegios de las clases privilegiadas. Un capitalismo libertario que —haciendo frente a todos sus complejos— renuncie a cargar con todo aquello que sea ajeno a la explotación privada de todo aquello que pueda explotarse privadamente.
Argentina es sólo la punta de lanza, el triunfo de Milei es un primer paso para hacer de todo territorio devastado por la triunfante estrategia de devastación neoliberal, un territorio postapocalíptico donde el libertarismo pueda liberar a quienes merecen y tienen el derecho de vivir en libertad del lastre social que representa el resto de la población. Población que, si sobrevive, habrá de hacerlo exclusivamente en calidad de mano obrera y masa consumista. Nada más. El súbdito del régimen libertario tendrá la libertad de rascarse con sus propias uñas para garantizar su supervivencia, salud, educación y protección en contra del libre mercado, al mismo tiempo que será libre de consumir solamente aquello por lo que pueda pagar. Por su parte, quienes tengan los recursos necesarios para explotar todo aquello que sea explotable —que, por divino designio del capital, cada vez son menos— tendrán absoluta libertado para explotar lo explotable y cobrar por ello a quienes lo necesiten, sea salud, educación, servicios básicos o cualquier otro tema que permita acrecentar las diferencias sociales que hoy por hoy son inmensas. El Estado libertario, en su magnificencia, se limitará a garantizar —mediante el uso de la fuerza si es necesario— que la sacrosanta libertad de privatizar los privatizable a través del libre mercado, no se vea amenazada.
El libertarismo, como fase superior del neoliberalismo permite el fin de la decadencia, recrudeciendo aquellas políticas que nos han llevado a la decadencia. El “ajuste de shock”, del que hoy habla Milei, es un ajuste que ajustará al mundo entero para aniquilar ese modelo que limita el crecimiento infinito de la economía de unos cuantos al obligarlos a pagar impuestos ridículos para aplicar políticas paliativas en contra de la desigualdad social y a favor del bien común. Un ajuste que, eliminando las trabas que enfrenta el gran capital para ser más grande, acabe con la obra pública para ponerla en manos de inversionistas privados, quienes vivan en lugares que resulten con poco o nulo atractivo para los inversionistas pueden ir pensando en mudarse, el capital no se equivoca, ni hace negocio donde no hay negocio. Un shock que elimine la salud pública y donde todo aquel que, en ejercicio de su libertad, decida enfermarse, padecer un mal crónico, nacer con algún padecimiento congénito y/o necesitar cualquier servicio de salud, tenga que pagar por ello, y si no puede pagar por ello, podrá endeudarse para pagarlo a crédito si es que alguien le da crédito, o morir en el intento. Un ajuste de shock que transforme en el mismo sentido el sistema educativo y los derechos laborales, haciéndolos accesibles solo a quienes puedan pagarlos. El libertarismo es tan claro como el agua, la ciudadanía va de la mano con el poder adquisitivo, sólo serán ciudadanos en pleno derecho quienes puedan pagar por una ciudadanía plena, los demás, ni siquiera serán declarados parias, simplemente vivirán sin alternativa alguna que la de juntar algo de dinero que les permita morir.
Entrados en gastos
La libertaria defensa de la libertad de privatizar todo aquello que alguien no haya privatizado antes, en nombre de la libertad libertaria, que es libertad para algunos y lo contrario para la mayoría que —por designio divino— no merecen ser libres, habrá de negar el cambio climático porque asumir el cambio climático es poner trabas a la libertad de quienes, privatizando el aire, la tierra y las aguas, llenan sus arcas contaminando las aguas, la tierra y el aire. Habrá de oponerse al aborto porque el aborto niega la libertad de la Iglesia y cualquier otro grupo heteropatriarcal de privatizar el cuerpo de la mujer y decidir por ellas. Y buscará desregular la venta y posesión de armas porque regular la venta y posesión de armas limita la libertad de la clase privilegiada de decidir, en el momento que le venga en gana, quien puede seguir viviendo y quien necesita —libremente— morir.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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