Un domingo partió Domingo. Nadie más alejado de la idea que podría figurarse de un filósofo convencional, caracterizado comúnmente como aquel personaje lejano a la realidad atrincherado en un mar de libros y elucubraciones de ideas abstractas, atrincherado en algún cubículo universitario. No, Enrique Domingo Dussel Ambrosini, mejor conocido como el Doctor Dussel no era ese filósofo ensimismado en una torre en marfil, sino un verdadero sabio, un erudito, un gran lector de libros y realidades que tuvo un método -quizá tan íntimo como efectivo, y tan misterioso como único-, para combinar los días y las horas en leer, enseñar, escribir, investigar, charlar y dar catedra en cada acto de vida, con una afectuosa y auténtica cercanía al pueblo, en especial a los estudiantes universitarios, pero también a colectivos de las más diversas causas, organizaciones sociales, sindicatos y círculos de estudio, etc., que recibieron la generosidad de sus saberes.
Un 24 de marzo de 2010 en el umbral de las 19:00 horas -mientras el sol de primavera todavía alumbraba al rojo de la tarde-, fueron llegando de uno en uno, de dos en dos, jefas de familia, comerciantes, jubilados, estudiantes, profesores, mecánicos, profesionistas, adultos mayores y una larga hilera de personajes del barrio de la Colonia Moctezuma y anexas, en el oriente de la Ciudad de México, el motivo de la reunión era un insólito homenaje popular al Dr. Dussel, promovido por el Frente Social por la Igualdad, una típica organización social popular de la urbe, que en su haber tenía un comedor público y una biblioteca comunitaria; el salón de fiestas infantiles se convirtió aquella jornada nocturna en una enorme aula de formación política a ras de tierra, un ágora de esperanza en medio de un país que ardía por la absurda guerra del calderonismo.
¿Cómo brindar una charla tan amena, cargada de contenidos, y fundamentada como la que dio Dussel a ese pequeño pedacito del movimiento obradorista en tiempos de adversidades? Ahí encontramos una de las claves esenciales del entrañable profesor universitario en cuestión, quien siempre contribuyó con autenticidad a la idea de la liberación de los pueblos, que supo con infinita humildad y generosidad armonizar los claustros académicos más prestigiados del mundo de las humanidades con dar atención a los verdaderos rostros de sus desvelos: los sujetos del cambio social, de las transformaciones, del humanismo en toda su expresión. Para ello Dussel desplegó su propia pedagogía para compartir el conocimiento con toda persona que tuviera el interés genuino de recibirlo, independientemente de su condición etaria, social y económica.
En la pared del salón de fiestas donde unas trescientas personas escuchaban atentas y silenciosas las palabras del maestro, Dussel colocó unos pliegos de papel bond que hicieron la vez de pizarrón, ahí fue graficando conceptos, con círculos y líneas ilustró las dimensiones y cruces de las ideas plasmadas. Se trataba de las “20 Tesis de política” libro fundamental del Dr. Dussel que había salido a la luz apenas 4 años atrás, en 2006.
Por cierto, durante los trabajos preliminares del libro, el filósofo había compartido las tesis -que dieron vida a dicha obra-, una por una en un taller efectuado en 2004 en el contexto del desafuero de AMLO que entonces era Jefe de Gobierno del Distrito Federal, en un salón del “Palacio Virreinal”, dónde cada semana un grupo de compañeros surgidos del movimiento estudiantil y popular, que desempeñamos encargos en el gobierno democrático de AMLO, tuvimos la fortuna de escuchar las disertaciones del Doctor, y su reflexión cardinal sobre que la política en esencia es “la voluntad de vivir”.
Enrique Dussel nació uno de los días con mayor simbolismo, un 24 de diciembre, del año 1934, en Mendoza, Argentina, pero por definición personal se convirtió en un mexicano que amó nuestra Patria, cultura y pueblo. Se le considera uno de los más grandes pensadores latinoamericanos. Fue víctima de persecución durante la dictadura militar argentina de los años setenta. Sufrió un atentado con una bomba, arrojada directo a su casa en 1973, del cual sobrevivió. Lo acusaban de “marxista” y por ese hecho eran recurrentes las amenazas de muerte y atentados a su persona por grupos paramilitares. En 1975 se exilió en México donde dio camino a sus ideales de liberación, en diversas ramas del pensamiento crítico.
Al concluir su charla aquella noche de primavera, el Doctor Dussel escuchó algunas preguntas y comentarios de los presentes, una vecina se le acercó y le regaló unos geranios, que representaban el homenaje del pueblo, el maestro que mantuvo siempre intercambios intelectuales con pensadores como Karl- Otto- Apel de la emblemática Escuela de Fráncfort, o Jürgen Habermas, entre otros, recibió sonriente el modesto laurel. Una pareja de adultos mayores se acercó a estrechar su mano, “muchas gracias maestro Dulce” dijo la señora con sus manos morenas y lisas, “es Dussel” dijo su acompañante, todos rieron y se hizo un momento de eterna fraternidad. El Doctor Dussel profesor del pueblo y de los pobres, partió el reciente domingo 5 de noviembre. Un domingo partió Domingo. Estoy convencido que todos los asistentes a aquel inusual homenaje lo siguen llevando consigo, muy dentro, e irradian las luces de una catedra viva, inolvidable y extraordinaria.
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