Los conservadores quieren hacer desaparecer a la izquierda, a los progresistas a partir del lenguaje, de una inoperancia inoperante que por vetusta debe dejar de utilizarse.
Es común escuchar que los términos derecha e izquierda suenan para algunos, inusuales, las razones son más ideológicas que, lingüísticas. A los conservadores ya no les gusta que les digan así y critican el término como si la basura pudiera llamarse de otra forma; sin embargo, nada dicen del término liberales, porque ellos quieren integrar la palabra dando otros nombres a su filiación que va desde desarrolladores, emprendedores, aspiracionistas, hasta “hombres libres” –que son los más manipulados–. que pugnan por el progreso pero no son progresistas.
Hay conservadores que ni siquiera tienen conciencia de su conservadurismo porque sólo siguen normas establecidas desde hace mucho tiempo a lo que llaman buenas costumbres, urbanidad, convencionalismo o buena educación, que no son más que apariencias que intentan marcar diferencias con el resto de la población que sí tiene conciencia del lugar que ocupa en la sociedad.
El propio marxismo es atacado no por su contenido sino porque afirman algunos que es vetusto y se convirtió sólo es una referencia filosófica. El vocablo ideología tiene tantos significados como practicantes.
En la segunda y tercera economía del mundo, suponiendo sin conceder, que la primera siga siendo la de Estados Unidos, están inspiradas, hasta la fecha, en el marxismo. Además de otros países cuya economía tiene mayor crecimiento que el antiguo imperio de la Casa Blanca.
Ante la imposibilidad de erradicar el marxismo quieren desaparecer su existencia a través del lenguaje. No se desaprovecha oportunidad para conservar muchos de los significados y características de la izquierda, que algunos dicen está pasado de moda, como si la lucha de clases fuera un problema de estar en boga.
La insistencia por desarticular términos del vocabulario de una tendencia política se convirtió en insistencia orquestada para degenerar en obsesión. El tiempo que llevan estos intentos por cambiar de significados todo lo que se refiere al progresismo, a la izquierda, marxismo, se ha convertido en un terrorismo lingüístico que es apoyado por el sabotaje mediático a este tipo de corriente política, económica y filosófica.
Así, los conservadores quieren liberar un territorio lingüístico como si se tratara de un gueto, para luego erradicar, de manera definitiva los vocablos que quieren colocar sólo en el pasado como si se tratara de español antiguo. Todo vocablo es neutral pero intentan invadir el significado y le colocan toda una ideología y sobre todo, mala intención.
Hay una especie de rabia que intenta desalojar de la actualidad a una serie de libros que contiene una crítica sólida y permanente al capitalismo, que, así como cambia con diferentes nombres como la globalidad o el neoliberalismo, así también se vuelve mutante la crítica a estos sistemas a partir de las ideas marxistas que se adaptan a la realidad, y es esto, precisamente es lo que más les molesta.
Ya que no pueden enterrar el marxismo que tanto les estorba en el camino hacia el retroceso hacia la esclavitud, quieren borrar sus nombres, las palabras que aparecen todavía en las pesadillas de los empresarios de viejo cuño.
Las palabras dejan de usarse cuando su significado desaparece, pero no cuando se instaura una guerra contra los vocablos que les incomodan a los adversarios de pluralidad y la conciencia crítica. La derecha se estanca tradicionalmente en el pasado que mientras más lejano en el tiempo más.
Uno de los bastiones que ha escogido la derecha para implantar sus criterios son los programas de estudios de universidades tanto públicas como privadas. Ahora más que nunca se hace evidente que instituciones como la UNAM están en manos de los conservadores.
Así como los golpes de Estado no pueden llamarse de otra manera aunque se vuelvan cada día más sofisticados y recurran al asalto al poder por la vía de legaloides acciones como ha sucedido en varios países de América Latina en los últimos años, así tampoco puede cancelarse una parte de la historia que servido de inspiración política, económica, filosófica y cultural para el mundo entero.
Sacralizan la historia desconociéndola, defienden estructuras económicas de hace 400 años, y cuestionaron el marxismo que no cumple aún dos siglos. Pero la necesidad de descalificar con lo que no están de acuerdo no sólo trata de confundir a los poco informados sino que muestran el desconocimiento de la historia que es el principal enemigo de los conservadores.
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