El reto para la continuidad del proyecto de nación de la Cuarta Transformación en el próximo sexenio y más allá, es enorme. En el 2018 de un padrón electoral de 90 millones, sólo salieron a votar 57 millones. De ellos, un poco más de 30 millones de mexicanos votaron por Andrés Manuel López Obrador. Casi 25 millones lo hicieron por la derecha y un millón y medio anularon su voto. Las cifras del INE muestran entonces que 33 millones se abstuvieron y 26 millones y medio votaron en contra de la Transformación
Estas cifras son extrañamente similares, casi casi podríamos decir que se dividen en tercios de corrientes muy parejas. Uno de los retos esenciales es informarle a la gente a quien convenció la derecha y los medios de no participar porque “todos son iguales”, la importancia de ejercer su derecho como ciudadanía. Por lo que respecta al tercio de la derecha me pregunto ¿de qué tipo de personas está formado, si de verdad no ven los cambios positivos que ha tenido el país con esta administración y por qué los domina tanto el odio por sus semejantes?
Quizá la respuesta esté en los descubrimientos que se han hecho sobre el funcionamiento del cerebro humano y ciertos sesgos cognitivos. Según Oscar de la Borbolla en un artículo publicado en Sin Embargo Mx, en el cerebro hay mecanismos con los que nos engañamos. Por ejemplo “…el sesgo de disponibilidad (creer con mayor facilidad en lo primero que viene a nuestra mente); sesgo de distribución (creer que lo que uno hace bien se debe al talento propio y lo que sale mal, a las dificultades externas); sesgo del inversionista (creer que es mejor concluir una tarea o seguir en una relación por lo mucho que se ha invertido en ella); sesgo del falso consenso (creer que lo que opinan los pocos que nos rodean es la opinión mayoritaria); sesgo de autoridad (creer que tiene más valor lo que dice o hace alguien a quien atribuimos autoridad y que, en cambio, carece de valor lo dicho o hecho por aquellos a quienes despreciamos)…”
Me pregunto si más allá de derechas o de izquierdas esos sesgos son el resultado de los tiempos tan rápidos que estamos viviendo, donde un video o mensaje de más de un minuto en las redes sociales ya resulta aburrido. Lo peor es que con tanta información parcial, manipulada e incluso falsa nos hace fácil presas de intereses económicos y políticos. Y así, resultamos muy fácilmente empujados hacia un lado o hacia otro.
¿Cómo pues, avanzar hacia un país más humanitario y armonioso? O sea 56 millones de personas en total, están sumergidas en una especie de entumecimiento a lo zombi o son mexicanos que están en desacuerdo con un plan humanitario de izquierda.
Definitivamente hay que reaprender a pensar, analizar, escuchar y debatir porque, vuelvo a citar a Borbolla “cada grupo está cegado por sus propias creencias y es incapaz de tender un puente hacia lo otro: no hay ningún terreno en común con lo distinto. Sencillamente se descalifica y, en muchos casos, se odia.”
Esta situación es preocupante, porque somos personas que aquí nacimos y aquí estamos, entonces necesariamente tenemos que aprender a convivir. Sin duda, por eso resultaba esencial el cambio en el plan de estudios de la educación básica, aunque nunca se impulsó ampliamente la renovación moral (La cartilla moral de Alfonso Reyes) de la que habló tantas veces el presidente López Obrador.
Por otro lado, si Morena no toma en cuenta que en el 2018 en realidad ganó el abstencionismo con 33 millones de personas que no quisieron saber nada de política, la nueva y tiernita democracia penderá de un hilo muy delgado y correrá un peligro real.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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