Conforme se acerca la etapa final del proceso para seleccionar al morenista que habrá de encabezar la defensa de la Cuarta Transformación en la capital del país, es claro que los punteros Brugada y Harfuch rebasan por mucho a López Gatell y Mariana Boy, y no sólo en las encuestas que se han realizado hasta el momento, también al interior de MORENA y sus aliados, la contienda a todas luces es de dos.
En este proceso, una buena parte de la dirigencia morenista así como ilustres militantes, han enfocado sus esfuerzos a rechazar la propuesta de Omar García con una serie de argumentos ideológicos que pudieran ser considerados como válidos, tan válidos como las motivaciones que los hace identificarse con la alcalde de Iztapalapa de quien no se puede negar en lo absoluto su atinado desempeño en esa demarcación y su constante presencia en la vida política de la capital. Sin embargo y, para fortuna del proceso interno, los argumentos a favor de ella y en contra del ex secretario de seguridad pública, se han mantenido en el terreno de las ideas y no han rebasado la línea que separa al argumento de la descalificación, ya que si bien la historia familiar que une a García Harfuch con el viejo sistema represor que atentó contra los movimientos democráticos y sociales de la segunda mitad del siglo pasado se convierte sin duda en una loza pesada, lo cierto es que existen más elementos para cuestionar de manera objetiva la calidad moral y el profesionalismo de éste en los espacios que se ha desempeñado. Es decir, se debe considerar su trayectoria y su paso durante el sexenio calderonista y el de Peña Nieto, así como su labor al frente de la policía capitalina.
Pero el análisis en este caso debe ser riguroso, en primer lugar porque existe una gran interrogante sobre la razón que motivó a Claudia Sheinbaum para nombrarlo al frente de una de las tareas más complicadas en la administración pública de la capital. Razones de sobra existen para sostener que Sheinbaum valoró aspectos y cualidades de Omar en el terreno profesional que distan de su historia familiar, por lo tanto y, a partir de los resultados obtenidos en su gestión, quizá sus detractores no estén viendo algo que Claudia si observó. Probablemente la doctora consideró que era tiempo de sacudir a la izquierda en aras de generar una nueva correlación de fuerzas en las que no se impongan los intereses de grupo o los cacicazgos arraigados en el gobierno de la ciudad.
En el proceso poco a poco se ha hecho visible de qué lado está cada quien en la capital, algunos por convicción que debe ser aplaudida y otros por conveniencia, misma que siempre habrá que criticar pues esta última es la que retarda los procesos de transformación, pero con todo y eso, con todo y las posturas encontradas, hay algo que debiera preocupar a la oposición en la capital, pues así como avanza el proceso interno, MORENA y sus aliados lanzan un mensaje contundente que hasta hace unos meses no existía: hay una contienda interna fuerte y apasionada, pero cualquiera que sea el resultado, el abanderado saldrá fortalecido sin la mínima posibilidad de ruptura lo que garantizaría la continuidad de la 4T en la capital del país, misma que, hasta hace poco se veía en riesgo.
En lo personal coincido con los planteamientos de quiénes expresan la necesidad de fortalecer la identidad ideológica que nos hizo ganar la primera elección a jefe de gobierno en 1997 y también estoy más que convencido de que es necesario sacudir las estructuras internas para consolidar un proyecto que está en su etapa inicial. Entre ambos casos se atraviesa la pregunta obligada sobre quien es el perfil más adecuado entre los punteros para suceder a Sheinbaum, eso habrá de definirlo la encuesta, pero influirá sin duda el clamor de los capitalinos de tener un jefe o jefa de gobierno con una visión amplia e incluyente, capaz de dar continuidad a los muchos logros de Claudia Sheinbaum pero también dispuesto a atender los pendientes de la capital sin que se ponga en riesgo nuestra esencia como militantes de izquierda.
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