Las imágenes de Gaza me recuerdan las explosiones vividas en Guadalajara hace 33 años, edificios colapsados con víctimas atrapadas, llanto, dolor y muerte dejaron las explosiones de aquel miércoles de pascua de 1992.
Los ductos de aguas residuales del entonces sector Reforma, rebosaban de gasolina. Millones de litros del hidrocarburo viajaban por el subsuelo tapatio. Una bomba de tiempo que solo esperaba las condiciones físicas y químicas para destruir 15 kms de calle. El grito del pueblo, retumbó: PEMEX y Cosío; ¡culpables!
La gasolina vertida al colector Intermedio Oriente, provenía del oleoducto Salamanca-Guadalajara. Así lo indicaron los registros de la paraestatal. También culpable fue el gobernador Cosío por no ordenar la evacuación de la zona y delegar al municipio las llamadas de auxilio de la población y las llamadas de alerta de Bomberos de Guadalajara. Ese miércoles de Pascua de 1992 fue cegada la vida de más de 3000 mil personas y quedaron en el desamparo miles de familias. La corrupción gubernamental y la impunidad provocan que tragedias como las Explosiones de Guadalajara, sucedan.
En 1971 era director de finanzas de PEMEX, Miguel de la Madrid Hurtado, quien estuvo involucrado en un gigantesco fraude ligado a la construcción del oleoducto Salamanca – Guadalajara. En 1983, hubo una explosión en la calle del Centro Medico de Occidente. A pesar de minimizar los daños y el suceso y de que las autoridades negaran que Pemex era el responsable, la paraestatal pagó al gobierno de Jalisco 252 millones de pesos (de aquellos, antes de quitarle los 3 ceros al peso).
Tiempo después, un candidato priista al gobierno del Edo., en una entrevista dijo: “Bueno, a nosotros PEMEX nos pagó hasta la risa, en 1983”. La corrupción y la impunidad fueron continuas y constantes. Todo era cuestión de tiempo para que otra tragedia ocurriera.
Peritos de la Procuraduría del Estado de Jalisco, descubrieron que del 1º al 23 de abril, habían dejado de llegar a la Planta Nogalera de Pemex, 3 millones de litros de gasolina Nova, esto fue detectado cuando revisaron el bombeo del ducto Salamanca-Guadalajara de PEMEX.
Los expertos de la paraestatal sabían del comportamiento del hidrocarburo y del derrame de combustible. Sin embargo, nada hicieron por detener la situación.
Por su parte el gobernador del Estado, Guillermo Cosío Vidaurri, cuando fue interrogado en un cuestionario que le llegó a su escritorio y que entregó días después, dijo que él no había sido enterado, culpando a sus subalternos y al presidente municipal que tenia 11 días en el cargo.
El gobierno, en ninguno de sus niveles, salvaguardó la seguridad de los habitantes de la zona colapsada. Todos, fueron abandonados después de la tragedia.
La urgencia de borrar lo imborrable, provocó que las autoridades metieran maquinaria pesada a dos horas de transcurrida la tragedia. Los damnificados en la calle, sin casa, alimento y muchos con la familia en la morgue, fueron abandonados a su suerte.
Por eso, levantaron la voz y el puño contra la ignominia y lucharon firmemente en defensa de los derechos, la vivienda, su tierra y su vida.
Los interesados en que la verdad siga sepultada se han encargado de destruir archivos en todos los órdenes de gobierno. Los pocos que hablan sobre la tragedia no afectan a institución alguna, son informes simples y a veces falaces que protegen a los culpables del genocidio.
Los culpables, jamas fueron señalados por las autoridades. Los muertos del 22 de abril, víctimas inocentes en su mayoría menores, ¡merecen justicia!
¡PEMEX Y COSIO: CULPABLES! La consigna aun flota en el aire.

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